En palabras de Maximina Salazar: “Compañera, usted tiene derechos, no se deje así no más.”

Fecha:

Maxmina Salazar. Photo: UN Women/Ricardo Bohórquez

Maximina Salazar. Foto: ONU Mujeres / Ricardo Bohórquez.

Maximina Salazar nació en 1952 en Pedro Carbo un poblado en las afueras de Guayaquil, Ecuador. Se dedica al trabajo doméstico remunerado desde los 11 años. Luego de participar en una capacitación de la Fundación María Guare -una entidad socia de ONU Mujeres- empezó a organizarse con otras trabajadoras domésticas. En 2013, Salazar y su grupo se movilizaron para que el gobierno ecuatoriano ratificara el Convenio sobre Trabajadoras Domésticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Hoy, Ecuador es uno de los 23 países que han ratificado este acuerdo internacional que establece normas laborales para trabajadoras domésticas y protege sus derechos. ONU Mujeres apoya al gobierno a implementar el Convenio y a fortalecer las asociaciones de mujeres trabajadoras.


icon Salía de mi casa a las 6 de la mañana y regresaba a las 2 de la tarde. Me encargaba de lavar ropa, trapeaba y limpiaba la cocina. Tenía once años cuando empecé como trabajadora doméstica para ayudar a mi familia.

Después de casarme a los 19 años, dejé de trabajar porque mi marido no quería que yo trabajara. Me abusaba. Cuando finalmente le dejé después de tres años, empecé como trabajadora doméstica otra vez. Tenía que mantener a tres hijas en aquel entonces. En ese momento, no había seguro social ni normas laborales para las trabajadoras domésticas. Trabajaba hasta las 8 o las 9 de la noche cada día, sólo para ganarme la comida, la casa y educación y salud para mis hijas.

Años más tarde, empecé a ir a la Fundación María Guare, donde aprendí sobre nuestros derechos laborales. Ahí empezamos a organizarnos y, con el apoyo de ONU Mujeres, pudimos crear la Asociación de Trabajadoras Remuneradas del Hogar. Nos capacitamos y educamos a otras trabajadoras domésticas sobre sus derechos, las horas máximas de trabajo por día y qué hacer en casos de abuso.

En junio de 2013, lanzamos la campaña “Trabajo digno, vida digna: trabajadoras del hogar unidas por la ratificación del convenio 189 de la OIT”. Estuvimos en el Ministerio del Trabajo, en los medios de comunicación y en mesas de trabajo con legisladoras/es y representantes de la OIT, al igual que con otras asociaciones de trabajadoras domésticas de América Latina. Era trabajo de hormiga, pero tuvimos éxito: a finales del 2013, Ecuador ratificó el Convenio 189 de la OIT, la normativa internacional que establece estándares laborales para trabajadoras domésticas. Entre otros, establece un salario mínimo, horas de descanso y medidas protectoras contra la violencia. El hecho de que esa normativa se convierta en una ley nacional, ¡Chuta! era lo máximo.

Con la asociación, seguimos trabajando con el Ministerio del Trabajo y en la mesa laboral de la Asamblea para la implementación del Convenio 189 de la OIT. El nuevo código laboral establece que las trabajadoras domésticas deben ser tratadas igual que todos los demás trabajadoras y trabajadores y que nuestros contratos deben incluir vacaciones, otros beneficios y un salario mínimo. Pero hay cosas que todavía deben cambiar – por ejemplo, si bien los empleadores deben firmar un contrato con sus trabajadoras domésticas, los contratos carecen de detalles sobre nuestras responsabilidades. A veces pensamos que nos contrataron para limpiar la casa, pero luego resulta que es para cocinar, limpiar y cuidar a los niños. Esa es nuestra lucha ahora, para que la normativa haga una diferencia real en nuestras vidas.

Cuando las cosas se ponen bien difíciles, miro a mis nietas, mis sobrinas, las niñas de mi barrio. A lo mejor terminan sus estudios y aun así no sabemos qué les espera. ¿Puede ser un trabajo del hogar que les está esperando? Sigo luchando para que la próxima generación de trabajadoras domésticas ya no tengan que pasar por mis experiencias. Digo a las demás, “compañera, si usted tiene derechos, no se deje así no más.”