“La policía misma nos sugirió que abandonáramos el país”

La historia de Carmen es una muestra de las múltiples violencias que hacen que mujeres como ella se vean obligadas a buscar refugio en otro país

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el salvador onu mujeres

Carmen salió de El Salvador en abril del 2014 en busca de refugio, después de que la Mara Salvatrucha hiciera de su vida una pesadilla. Esto ilustra el tipo de violencias que enfrentan las mujeres y niñas refugiadas, tema prioritario del Día Naranja de junio.

“Mi familia y yo salimos de mi país porque mataron a mi esposo, un día domingo estábamos trabajando en nuestro negocio de panadería, era mediodía cuando los pandilleros de la Mara Salvatrucha entraron, eran cinco pandilleros armados.

“Ellos entraron y le dijeron a mi esposo que llegaban a cobrar la renta”, recuerda, “y ellos empezaron a disparar, sin piedad le dispararon a mi esposo”.

Carmen vio cómo su esposo recibió cinco disparos frente a ella, permaneciendo de pie mientras la cubría del ataque. Momentos después vio a su esposo morir desangrado.

“Condenaron a tres a 35 años de cárcel, pero en el momento en que los agarraron y condenaron fue cuando empecé a sufrir más todavía, porque recibí amenazas por parte de la pandilla y de los familiares de ellos”, narra la mujer salvadoreña, quien ahora reside en la Ciudad de Panamá.

“La policía misma nos sugirió que abandonáramos el país”.

Y así lo hizo. Carmen y sus dos hijos residen actualmente en Panamá, donde están tramitando su estatus de refugiados, y para el que ha recibido apoyo de organizaciones no gubernamentales y del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

De las más de 19.6 millones de personas refugiadas en el mundo, la mitad son mujeres, y enfrentan condiciones, vulnerabilidades y violencias específicas que rara vez figuran en el primer plano de acción humanitario. Según informes de las Naciones Unidas, el 60 por ciento de las muertes maternas que podrían evitarse tienen lugar en entornos humanitarios, y como mínimo 1 de cada 5 mujeres refugiadas o desplazadas fueron víctimas de violencia sexual.

Tan sólo en 2016, ACNUR registró 65.6 millones de desplazamientos forzados a nivel mundial; desplazamientos que, como el de Carmen, se debieron a persecuciones, conflictos, violencia o violación de los derechos humanos.

Mientras consigue su estatus de refugiada, Carmen no ha podido continuar con su panadería ni obtener una visa de trabajo, por lo que depende de la asistencia que recibe a través de organizaciones, así como del empleo doméstico informal que realiza. Casi uno de cada seis trabajadores domésticos en el mundo son migrantes internacionales; las mujeres representan el 73,4 por ciento del total de las trabajadoras y los trabajadores domésticos que son migrantes internacionales. Pese a la falta de regularidad laboral que enfrenta en Panamá, Carmen considera que esto no es lo más difícil.

“Lo más duro y lo más difícil fue que en el momento en que nos vinimos para acá, ya que los habían condenado después del año de estar aquí en Panamá, me llama la fiscal de El Salvador y el detective, para decirme que yo tenía que ir a la vista pública, porque si no ellos iban a salir libres, y como estoy aquí refugiada no me dieron el permiso para salir, eso quiere decir que ellos salieron en libertad, y agarraron más odio contra nosotros”.

“Extraño a mi familia, aún están allá mis tíos, mi abuela, aún están en El Salvador; extraño la vida normal que llevaba con mis hijos”, lamenta Carmen, “extraño estar en mi país y llevar una vida normal, porque en mi país hay muchas condiciones muy buenas, hay trabajo, hay mucha gente muy buena”.

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Autor: Miguel Trancozo, con colaboración de Angela Flores y Pilar Castillo, ACNUR