Elizabeth Araúz: “La situación sanitaria actual nos ha obligado a todos los asistentes humanitarios a repensar nuestro trabajo sin dejar a nadie atrás y sin perder la esperanza”

Elizabeth Araúz es una antropóloga y feminista ecuatoriana. Es técnica especialista en Ayuda Humanitaria en ONU Mujeres y ha dedicado su carrera a los temas de género, violencia, asistencia humanitaria, salud, ambiente e interculturalidad. Es la coordinadora del proyecto “Caminando”, que se implementa con mujeres en situación de movilidad humana en las fronteras norte y sur del Ecuador.

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¿Qué te motivó a convertirte en una trabajadora humanitaria?

Empecé a vincularme directamente con el trabajo humanitario a raíz del terremoto que sacudió a Ecuador en el 2016 en las provincias de Manabí y Esmeraldas. A través de ONU Mujeres, nos acercarnos a todas las personas e instituciones que trabajaban en el área para atender a las personas afectadas e hicimos una intervención significativa en temas de prevención y violencia sexual.

La posibilidad de trabajar con diferentes funcionarios públicos nos permitió ver la importancia de integrar un enfoque de género en el accionar humanitario. Es decir, se requieren acciones diferenciadas de género y de edad. Para mí, ser parte de este proceso fue muy importante. Posteriormente, coordiné el proyecto “Caminando” que se enfoca en trabajar con mujeres en situación de movilidad humana, tanto venezolanas como colombianas, y también con la población de acogida.

Una gran lección del trabajo humanitario es también lograr una cohesión social que va de la mano con el enfoque de género y el enfoque diferencial en la respuesta. La cohesión social entre la población que está siendo atendida, que está en situación de movilidad, y la población de los territorios que acogen a estas personas es fundamental.

La asistencia humanitaria es un campo que siempre requerirá la incorporación del enfoque de género, para que no se lo piense solo como atención a hombres y mujeres, globalmente, sino entenderla como algo necesario que requiere un trabajo integral. Para esto, desde ONU Mujeres tenemos la experiencia acumulada que nos permite justamente aportar en la acción humanitaria.

¿En qué consiste tu trabajo dentro del proyecto "Caminando”?

El proyecto se implementa en cinco territorios, tanto en Frontera norte como en frontera sur del Ecuador. Tenemos un equipo sumamente comprometido, con diferentes habilidades, conocimientos y destrezas. Hemos logrado sumar las capacidades de cada una de nosotras en el equipo y ponerlas al servicio del proyecto. "Caminando" lo que hace es una intervención, por un lado, a nivel de generación de insumos y material de producción de conocimiento para abordar el trabajo que se realiza en territorio. Por otro lado, vincula con las demás agencias del sistema de Naciones Unidas para hacer un trabajo coordinado.

En alianza con organizaciones que tienen experiencia en movilidad humana y hemos articulado una acción fuerte, que este año se vio afectada por la crisis sanitaria. Esto ha sido un reto grande para el proyecto y nos ha obligado a todos los asistentes humanitarios a repensar nuestro trabajo sin dejar a nadie atrás y sin perder la esperanza.

Pensábamos que podíamos hacer un seguimiento en territorio, que nuestras contrapartes iban a poder llegar a las personas, pero nos enfrentamos a una situación de confinamiento, y eso exigió pensar en alternativas de trabajo, en cómo llevar la formación a las mujeres para que mejoren sus capacidades mediante herramientas virtuales, en cómo trabajamos la entrega de capital semilla para fortalecer y generar emprendimientos, así como acceso a tecnología.

Fomentamos la capacitación en comercialización de los productos que surgían de los emprendimientos. La situación sanitaria complicaba este proceso, por lo que implementamos otra estrategia que fue formar, ya no en derechos humanos y emprendimiento, sino en comercio electrónico.

Adicionalmente, identificamos que el confinamiento también afectaba la convivencia familiar, por lo que vimos la importancia de trabajar en cuidados compartidos. De este proceso surgió otra iniciativa dentro del proyecto que fue trabajar en masculinidades no violentas y corresponsables.

Pensamos que si trabajamos con enfoque de género, podemos trabajar con los hombres para que se vuelvan aliados en la prevención de la violencia. Y ellos también puedan discutir sobre el cuidado, los tiempos que toman, las limitantes que pueden tener las mujeres por el número de horas que dediquen al cuidado, cómo esto puede limitar su formación, su crecimiento personal. Los hombres se convierten en verdaderos agentes de cambio a través de un trabajo conjunto, en el que se crea familias y sociedad más resilentes y mucho más comprometidas con lo que pasa en su entorno.

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¿Cuáles son los desafíos más apremiantes de tu trabajo como asistente humanitaria? 

El desafío más grande que tenemos es abrir nuestra mente y plantearnos como sociedad y como país que las personas que llegan lo hacen con algo que ofrecer, con una historia previa. Debemos ser conscientes que cada persona, que cada ser humano con una historia previa, puede ser de aporte.

Las personas en movilidad humana, sean refugiados o migrantes, traen nuevos conocimientos, nuevas experiencias, nuevas culturas. Como sociedad, aún nos falta ser más receptivos pero debemos seguir trabajando.

Cuando se produzca esta verdadera inclusión, se podrán generar políticas más inclusivas, acciones humanitarias mucho más enfocadas en dar respuestas a las necesidades específicas que tienen, en este caso, las mujeres en situación de movilidad humana.

Actualmente, tenemos una crisis humanitaria provocada por la movilidad a la que se ha visto obligada la población venezolana. Desde ONU Mujeres, sabemos que las mujeres, adultas o niñas, están, permanentemente expuestas, en su ruta migratoria y al llegar, a situaciones de violencia y de violencia sexual. Ante ese escenario, como sociedad debemos trabajar de cara a la violencia de género.

¿Qué logros consideras los más significativos en tu trabajo?

Uno de los principales logros ha sido incorporar el enfoque de género en la acción humanitaria. Por un lado impactamos en las mujeres que participan en el proyecto y por otro lado hemos hecho una intervención que ha tenido impacto en la organización que ha hecho la implementación.

Hemos puesto en la agenda la discusión de varios temas que tienen que ver con la acción humanitaria y la movilidad humana con enfoque de género a través de diferentes foros y diferentes discusiones de nivel público. Esto es muy importante ya que genera reflexión entorno al tema de la movilidad humana, el refugio, masculinidades no violentas y corresponsables y la violencia basada en género. Haber trabajado con más de 1.500 mujeres y 800 hombres en movilidad humana y con 300 actores humanitarios también es muy importante.

A través del proyecto hemos incorporado el enfoque de género en la respuesta humanitaria. El trabajo con los actores que están en el terreno, brindando asistencia en el día a día, permite abordar temas como la violencia sexual desde la acción humanitaria.

¿Qué es lo que te motiva y reafirma tu compromiso de trabajar en asistencia humanitaria?

Poder ayudar a otras personas es un gran privilegio y regalo. En mi caso, considero que trabajar por las personas en situación de movilidad humana es relevante, es fundamental. Así vamos a construir sociedades más resilientes y una región mucho más inclusiva.