María de los Ángeles Bárcena: “Hoy en día las mujeres siguen ejerciendo la mayoría del cuidado de los hijos/as, por ello desisten de presentarse en una misión de paz”

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Desde hace 25 años María de los Ángeles Bárcena (Ciudad de Buenos Aires) es licenciada en enfermería y militar. Es suboficial ayudante de la fuerza aérea argentina y su primera misión fue en Haití (2005-2006), uno de los países con mayores necesidades humanitarias del mundo. De 2017 a 2018 se trasladó a Chipre junto a su hija, donde se desempeñó como asistente del jefe médico. Actualmente se capacita en el Centro Argentino de Entrenamiento Conjunto para Operaciones de Paz (CAECOPAZ) para volver en 2022 de misión a la isla del Mediterráneo oriental. 

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Foto: Cortesía de María de los Ángeles Bárcena

¿Qué funciones desempeñaste en Haití? 

Desplegué en agosto de 2005 hasta marzo de 2006.  Al comienzo de la misión no se nos permitía salir ya que era muy peligroso. Estaban las chimères que eran fuerzas paramilitares escondidas en Cite Soleil, unos de los asentamientos más grandes y carenciados de Puerto Príncipe. Desde allí atacaban a las fuerzas de la ONU y la policía militar con francotiradores. Como consecuencia recibíamos personas heridas de arma de fuego con frecuencia. Fue un shock, pero saber que eres necesaria en ese momento y en ese lugar, hace que saques fuerza y valor para aplicar tus conocimientos al servicio de la vida humana.  

El Hospital Militar Reubicable (HMR) apoyaba las tropas de la ONU, no obstante, en varias oportunidades concurríamos a un orfanato en las montañas donde las monjas francesas albergaban a niños y niñas con problemas neurológicos. Cuando la población se enteraba que un grupo de personal sanitario iba a estar prestando servicio allí, entonces concurrían para ser atendidos/as. Recuerdo que nos había llamado la atención escuchar que muchas personas habían caminado durante dos días para recibir atención médica. 

Al comienzo de la misión fui enfermera de internación general, atendiendo pacientes de diferentes nacionalidades (Jordania, Brasil, Perú, Haití, Sri Lanka) y luego pasé los últimos casi cuatro meses en la guardia médica. La tensión era casi constante.  A pesar de todo, practicábamos simulacros de evacuación ante diferentes amenazas, eso nos hacía sentirnos más protegidos/as.  

¿Cómo te impactó la experiencia en Haití y qué aprendizajes te llevaste? 

Estar allí fue una conjunción de diferentes emociones. Por un lado, nos alegraba ver que nuestros/as pacientes se fueran de alta o repatriados/as a su hogar después de superar un grave problema de salud y, por otro lado, presenciar los funerales en el hospital era desolador, nos invadía una sensación de vacío.  El hospital era nuestra casa, donde hacíamos ejercicio, comíamos y nos reuníamos bajo el árbol de mango los sábados a la noche a conversar.  

En varias oportunidades, pudimos apoyar al hospital zonal atendiendo personas que habían sido víctimas de diferentes desastres, improvisando camas de atención en el piso con colchones y pies de suero con lo que tuviéramos a mano. Esto sucedió con el choque de un tap tap (colectivo), explosión por pérdida de gas, niños/as accidentados/as, un parto en curso, caída de un muro en el aeropuerto, entre otros. 

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Foto: Cortesía de María de los Ángeles Bárcena

¿Cómo fue el proceso de adaptación en Haití? 

Mi experiencia en Haití fue realmente un choque cultural.  Sentí que en pocos días tenía que entender cuáles eran sus costumbres, el uso de sus simbolismos, por qué se comportaban de la manera en que lo hacían y, al mismo tiempo, con los diferentes contingentes que componían Naciones Unidas.   

¿Qué desigualdades observaste?  

Me provocó mucha tristeza ver cómo las mujeres criaban a sus niños/as pequeños/as haciéndolos ir a buscar agua por kilómetros ya que ellas no podían descuidar a sus otros/as hijos/as pequeñitos con quienes ya estaban vendiendo mercadería en la calle, viviendo en extrema pobreza.   

¿Cuál fue el impacto y resultados de la misión? 

La misión allí tuvo un gran impacto y se notaba en la reducción del vandalismo que estaba tan generalizado, la no desaparición de niños/as de entre 0 y 5 años, la tranquilidad de poder trabajar en las calles, transitar por las rutas, tener organizaciones no gubernamentales trabajando en el lugar, estrechando lazos con el Hospital Militar Reubicable y viceversa.  Las personas de allí nunca dejaron de vernos como personas extrañas, pero éramos amigables e íbamos a tenderles una mano. 

Pienso que nuestra presencia hacía sentir a niños, niñas, adolescentes y personas adultas que se podía vivir mejor. Su situación económica no iba a cambiar demasiado en un corto tiempo, pero se podía vivir con cierto orden mientras se restablecía el sistema judicial y policial, y se generaban recursos. 

¿Qué funciones realizaste en Chipre en 2017/2018 y por qué te destinaron? 

El panorama a la vista era totalmente diferente, cuando una va caminando y ve la zona de amortiguación desde afuera, se da cuenta que hubo un conflicto armado muy importante que cambió la vida de muchas personas para siempre. Cuando una interactúa con la población se da cuenta que hay situaciones que necesitan de una paz sólida y duradera. 

Allí era la asistente de la jefatura médica de la misión y la de higiene. Mi tarea consistía en hacer la logística de medicación e insumos en los campos, realizar las estadísticas, procesar las facturas de cobro, supervisar simulacros, realizar inspecciones, entre otros.   

Creo que la presencia de la ONU, con sus principios de imparcialidad, le genera confianza a la población. En un momento dado, fui a buscar a mi hija vestida de uniforme y una señora se detuvo, y con una sonrisa me dijo “gracias, tu hija debe de estar orgullosa de vos”. Eso fue muy gratificante y siempre lo recuerdo como algo que atesoro en el alma. 

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Foto: Cortesía de María de los Ángeles Bárcena

Durante tus misiones, ¿conociste a mujeres en posiciones de liderazgo? 

Conocí mujeres que ocupaban altas posiciones de liderazgo, no eran muchas, pero se desempeñaban con mucha pasión, seriedad y convicción. Poseen mucha humanidad a la hora de actuar; es como una mezcla entre profesionalismo y una sensibilidad especial que procura proteger y velar por quienes están a su cuidado al mismo tiempo. 

¿Cómo podemos incorporar a más mujeres en puestos decisorios? 

La cuestión sigue siendo capacitarse y tomar a su trabajo como una carrera que ofrece un futuro prometedor con múltiples oportunidades. La verdadera superación es con una misma. Cada día saber más de lo que sabía ayer, que la mejor decisión que vayamos a tomar para ayudar personas sea tomada en base al conocimiento. Por otro lado, la humanidad, el sentido común, la empatía nos hacen humanos, y es lo que se espera de las personas que ocupan esas posiciones. No hay que olvidar que estamos allí para mejorar la vida de otras personas que necesitan todo tipo de ayuda y que hay decisiones que les pueden cambiar la vida.  

¿Por qué las mujeres son importantes para la resolución de conflictos y consolidar la paz? ¿Cuáles son sus aportes? 

Las mujeres aportan una mirada más amplia. Al ver a una persona, inmediatamente se preguntan si su familia estará bien, si tendrá los recursos suficientes para llevar adelante su vida y la de sus seres queridos.  Es inclusiva, más detallista, tiene una mirada piadosa frente a los conflictos, sabe negociar. 

En América Latina y el Caribe, el 75% de profesionales en enfermería son mujeres. ¿Consideras que este trabajo también está feminizado en las misiones de paz?  

Desde hace 25 años soy militar y enfermera, he trabajado en el ámbito militar y privado.  En ambos siempre he visto que la mayoría son mujeres. En mi opinión, el hombre si elige ser enfermero, siempre está ubicado en servicios como terapia intensiva, guardia médica o traumatología. Pienso que todavía la enfermería esta vista como un trabajo de mujeres. En las misiones de paz sigue ocurriendo lo mismo que en el país que despliega, pero en menor escala. Al ser la mayoría mujeres, terminan siendo seleccionadas en mayor porcentaje que los hombres. 

Hoy en día las mujeres, aún en países como Argentina, siguen ejerciendo la mayoría del cuidado de los hijos e hijas.  Es por ello también que desisten de presentarse en una misión de paz, ya que es difícil trabajar desde la mañana hasta la tarde y cuidarlos al mismo tiempo. Por otro lado, hay mujeres que también se animan a trasladar a sus hijos a un lugar como Chipre que no es de una peligrosidad continua. En mi caso particular, escolaricé a mi hija en el American Academy y la verdad que se adaptó rápido. Me sorprendió, no puedo negar que estoy muy orgullosa de ella.  

Actualmente te estás capacitando en CAEOCOPAZ. ¿Cuáles son tus motivaciones y cómo esperas contribuir? 

Es una gran oportunidad poder asistir al curso de staff de las Naciones Unidas ya que clarifica cómo se trabaja de manera horizontal y vertical para un mismo objetivo con actores totalmente diferentes como la policía, el personal militar, el personal civil, las organizaciones no gubernamentales, el gobierno, entre otros.  Tener el agrado de poder escuchar experiencias en primera persona de cómo se desempeñaban y resolvían las diferentes situaciones que se presentaban en la misión.   

¿Cómo valoras el rol de la ONU en operaciones de ayuda humanitaria y construcción de la paz?   

En esta oportunidad quiero compartir mi experiencia como miembro de la ONU estando desplegada en Haití.  Sentí gran orgullo de representar a mi país en el exterior y a la vez un inmenso desafío. Al estar en el Hospital Militar Reubicable tuve la oportunidad de prestarle mis servicios a la población, donde había hombres, mujeres, niños y niñas con diferentes necesidades.