Un cafetal con propósito: sembrando autonomía y liderazgo
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Foto: ONU Mujeres/Óscar Leiva
Rosario Elizabeth Ramos vive en la región Trifinio de El Salvador, tiene48 años y es madre de un hijo con síndrome de Down. Durante años, su rutina giró en torno a una sola pregunta: ¿cómo garantizar el desarrollo y la autonomía de su hijo? La respuesta no fue inmediata, pero hoy, Rosario lidera una cooperativa de mujeres productoras de café, coordina un grupo de ahorro comunitario y ha logrado que su cafetal agroecológico, a nombre de su hijo, sea parte de un modelo de producción sostenible que está dando un salto al mercado gracias a una alianza con el BID.
Su experiencia refleja con claridad por qué el programa Mujeres, Economía Local y Territorios (MELYT), implementado por ONU Mujeres y financiado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación Internacional de Italia (MAECI) a través de la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS), decidió hacer de los cuidados un eje estratégico de su segunda fase.
Testimonios como el de Rosario demuestran que, sin reconocer, redistribuir y apoyar el trabajo de cuidado, no es posible avanzar en autonomía económica ni en el desarrollo local.
Transformando la exclusión a la oportunidad
Lograr que su hijo fuera aceptado en la escuela no fue sencillo. Rosario tuvo que insistir mucho, enfrentar prejuicios y demostrar que él tenía derecho a aprender. Finalmente, tras varias reuniones, accedieron a admitirlo con una condición: ella debía acompañarlo dentro del aula para apoyarlo.
“El primer año estuve con él, adentro, en una banquita ayudándole a hacer chibolitas. La supervisora dijo que lo recibían, pero la mamá se quedaba adentro para auxiliar”, indica Rosario.
Durante ese tiempo, Rosario aprovechó la oportunidad para empezar a formarse. “Sentía la necesidad de capacitarme, de aprender y de compartir ese conocimiento con otras mujeres”, explica. Se capacitó en alfabetización, jabonería, panadería y producción agrícola.
Muchas veces, sin recursos, dependía de la voluntad de su pareja para participar. “Le pedí permiso a mi esposo y me dijo que no tenía dinero para darme. Le dije que no se preocupara por el dinero, que solo necesitaba su permiso”, cuenta Ramos.
Hoy Rosario no solo produce café. Enseña a su hijo a hacer pan, elabora jabones con él, y lo integra en las actividades productivas, de sostenibilidad y aprendizaje. Con otras mujeres de su comunidad, ha impulsado una cooperativa que, gracias a su grupo de ahorro, ha construido una planta de procesamiento, paso indispensable para acceder a fondos de inversión y comercializar café en mejores condiciones. El cafetal, además, se gestiona con prácticas de conservación. Rosario cuida la tierra como parte de su visión de futuro.
Foto: ONU Mujeres/Óscar Leiva
Reconocer, redistribuir y transformar: el cuidado como eje del desarrollo local
Con mujeres como Rosario Ramos, el programa MELYT, identificó un patrón claro: las mujeres que sostienen los cuidados familiares, comunitarios y ambientales, necesitan autonomía económica. Muchas son lideresas productivas, pero también cuidadoras invisibles.
En su primera fase (2018–2021), MELYT se enfocó en fortalecer la organización comunitaria y la inclusión financiera. Fue en ese proceso donde surgió con fuerza una conclusión compartida por muchas: las tareas de cuidado eran una barrera estructural para el crecimiento económico de las mujeres y sus comunidades. Sin acceso a servicios, sin redistribución del trabajo doméstico, sin tiempo propio, el emprendimiento no bastaba.
Por eso, en su segunda fase (2023–2025), MELYT incluyó de forma prioritaria el trabajo en cuidados como parte de su estrategia integral de desarrollo. Esta decisión permitió articular procesos de fortalecimiento productivo con acciones orientadas a la creación de sistemas locales de bienestar, formación en corresponsabilidad, y alianzas institucionales para incidir en la política pública del Estado.
ONU Mujeres ha participado activamente en la formulación e implementación de la Política Nacional de Corresponsabilidad del Cuidado en El Salvador, un marco que busca reconocer, redistribuir y reducir la carga de trabajo de cuidado no remunerado de personas con discapacidad en estado de dependencia y personas adultas mayores que han perdido autonomía, una carga que históricamente ha recaído sobre las mujeres.
Esta política, construida en diálogo con instituciones y comunidades, y con el acompañamiento de especialistas regionales de ONU Mujeres que han trabajado en otros países de la región, recoge aprendizajes del territorio y plantea un modelo sostenible y territorializado, con corresponsabilidad social y pública.
Casos como el de Rosario lo ilustran: su autonomía económica no ocurrió en ausencia de responsabilidades, sino que fue posible incluso enfrentando una intensa carga de tareas de cuidado, gracias a una estrategia que articuló capacitación, organización y acceso a servicios financieros solidarios. Como integrante de su grupo de ahorro, ha gestionado créditos que hoy sostienen la infraestructura de su cooperativa. Como cuidadora, ha integrado a su hijo en procesos de producción. Como mujer organizada, ha multiplicado capacidades entre otras mujeres.
Del compromiso internacional a la acción local
Estas acciones están alineadas con los compromisos globales hacia Beijing+30, especialmente en lo referido a la Plataforma de Acción de Beijing, que, en su Eje de Mujer y Economía, llama a reconocer el valor del trabajo no remunerado, facilitar la conciliación entre vida laboral y personal, e integrar el enfoque de cuidados en los sistemas económicos y sociales. MELYT, al incorporar los cuidados como un eje del empoderamiento económico territorial, ha contribuido de manera sustantiva a avanzar en este compromiso global desde la práctica local.
“Conozco a muchas mujeres que dependen completamente de sus esposos por no tener un negocio ni un centavo en sus manos. A mí también me pasó. Cuando mi hijo comenzó la escuela, tuve la oportunidad de recibir capacitación en la alcaldía y mi esposo me dijo que no tenía dinero para darme. Yo le dije que me las ingeniaría, pero que iría de todas formas”, cuenta Rosario.
La experiencia de Rosario no es aislada. Resume el trayecto de muchas mujeres rurales que sostienen el bienestar de sus familias y comunidades sin reconocimiento ni apoyo estructural. Su historia confirma que sin abordar de forma integral los cuidados, no se puede hablar de autonomía económica ni de desarrollo territorial con las mujeres como protagonistas.
Por eso ONU Mujeres continúa promoviendo la construcción de sistemas de cuidado que reconozcan el trabajo de las mujeres, lo redistribuyan socialmente y lo integren en las políticas públicas.
El desafío hacia Beijing+30 no es solo avanzar en compromisos internacionales. Es garantizar, desde el territorio, que las mujeres como Rosario puedan ejercer plenamente sus derechos, sin tener que elegir entre cuidar y desarrollarse.