Preguntas y respuestas: cuidados, sistemas integrales y financiamiento

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Para avanzar hacia la igualdad sustantiva y alcanzar el desarrollo sostenible en 2030, es necesario superar cuatro nudos estructurales constitutivos de la desigualdad de género en América Latina y el Caribe. Los nudos son: 1) la desigualdad socioeconómica y la persistencia de la pobreza; 2) los patrones culturales patriarcales discriminatorios y violentos y el predominio de la cultura del privilegio; 3) la división sexual del trabajo y la injusta organización social del cuidado, y 4) la concentración del poder y las relaciones de jerarquía en el ámbito público (CEPAL, 2017a). 

Estos nudos se refuerzan mutuamente y generan complejos sistemas socioeconómicos, culturales y de creencias que obstaculizan y reducen la posibilidad de las mujeres de alcanzar su autonomía.  

La injusta y naturalizada división sexual del trabajo ha generado que las tareas de cuidado recaigan mayoritariamente en las mujeres realizándose dentro de los hogares de manera no remunerada o remunerada, muchas veces de manera precaria y en condiciones de informalidad.  

Esta serie de preguntas y respuestas está pensada para explicar relevancia que tienen los cuidados para las sociedades y la sostenibilidad de la vida y la situación actual de los cuidados en nuestra región. Comencemos con la primera:

¿Qué son los cuidados?   

Con el término “cuidados” nos referimos a todas las actividades que regeneran diaria y generacionalmente el bienestar físico y emocional de las personas.  

Los cuidados abarcan las tareas cotidianas de gestión y sostenimiento de la vida, como el mantenimiento de los hogares, el cuidado de los miembros de la familia, la educación de hijas e hijos y el propio autocuidado.  

¿Quiénes requieren de más cuidados?  

Los cuidados atraviesan la vida de todas las personas. Y todas las personas, en todos los momentos de la vida, requieren de cuidados. 

El cuidado es esencial para todas las personas en su día a día. Según factores como la edad, el estado de la salud, las condiciones físicas o las circunstancias, las personas demandan una cantidad de cuidados diferente y están en mayor o menor capacidad de brindársela a terceras personas. Así una persona requiere de cuidados para adquirir su autonomía cuando atraviesa su infancia, luego probablemente ya en la edad adulta deba cuidar de las nuevas generaciones y quizás en su vejez requiera nuevamente de cuidados. Por lo tanto, el cuidado, además de acompañar el ciclo de vida de las personas y ser un factor clave del desarrollo personal, es además un componente esencial de la reproducción de la sociedad, al permitir el sostenimiento de la vida y el funcionamiento de las actividades en su conjunto. 

¿Cuál es la relación entre pobreza y cuidados?  

La injusta organización social de los cuidados afecta desproporcionadamente a las mujeres en mayor situación de pobreza. Esta desigualdad es particularmente aguda para las mujeres de menores ingresos (Quintil 1), las que se ven sumergidas por diversos mecanismos que se denominan “Pisos Pegajosos”, quienes ocupan las actividades de la economía informal o los sectores de actividad con peores condiciones, en jornadas reducidas o empleos temporales y remuneraciones bajas. Estas mujeres dedican de media 45 horas semanales al trabajo no remunerado frente a las mujeres de los “techos de cristal” (quintil 5), término que describe el escenario de aquellas incorporadas al mercado laboral, pero que se ven impedidas de alcanzar las máximas jerarquías, las que dedican 33.13 horas.  

Se genera así un círculo vicioso entre cuidados, pobreza, desigualdad y precariedad ya que las personas que están en peor situación económica tienen menos posibilidades de contratar parte de los servicios de cuidados de manera remunerada en el mercado, teniendo que realizar dicho trabajo ellas mismas.  

¿Qué significa la pobreza de tiempo y como impacta en la vida de las mujeres?  

Cuanto más trabajo de cuidados se realiza, más dificultades se enfrentan para superar la pobreza económica debido a que la pobreza de tiempo limita las oportunidades para insertarse en el mercado laboral, una situación particularmente grave para las mujeres que encabezan hogares monoparentales.  

Esta situación genera desigualdades y pobreza de tiempo con respecto a los varones, provocando que las mujeres pierdan oportunidades de participar en los diversos ámbitos de la vida pública y desarrollar sus proyectos de vida. 

Como consecuencia, las mujeres enfrentan mayores barreras para participar plenamente de las oportunidades del trabajo remunerado. Las evidencias señalan que el tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados es el principal obstáculo para la participación plena de las mujeres en el mercado laboral. Según datos de la CEPAL, alrededor de un 60% de las mujeres en hogares con presencia de niños y niñas menores de 15 años declara no participar en el mercado laboral por atender responsabilidades en los hogares, mientras que en hogares sin presencia de niños y niñas del mismo tramo esta cifra se acerca a un 18%.1 

Asimismo, para poder conciliar las responsabilidades asignadas de cuidado con la generación de ingresos, las mujeres han mostrado mayor presencia en los empleos de medio tiempo y en actividades económicas informales. 

¿Cuáles son las consecuencias de la desigualdad de los cuidados en la sociedad? 

Esta desigualdad es estructural y tiene consecuencias no sólo en el plano de las posibilidades individuales de alcanzar la autonomía económica y el desarrollo personal de las mujeres, sino que tiene además consecuencias en el funcionamiento de la sociedad, que pierde parte del talento y potencial de las mujeres.  

¿Qué es la crisis de los cuidados? 

En América Latina y el Caribe, ya antes de la pandemia por COVID-19, las mujeres dedicaban el triple de tiempo que los hombres al trabajo de cuidados no remunerado. Esta situación es particularmente aguda para las mujeres de menores ingresos, las llamadas de “pisos pegajosos” quienes dedican en promedio 45 horas semanales al trabajo no remunerado frente a las mujeres de los “techos de cristal”, que dedican 33.   

Durante la pandemia del Covid-19, el cierre de las escuelas y la reducción de la oferta de servicios causada por las medidas de confinamiento y distanciamiento social para frenar la crisis agravó esta desigualdad, ya que fueron las mujeres quienes renunciaron a trabajo remunerado para atender la demanda creciente de cuidados. Las mujeres, entonces, vivieron una seria precarización de sus condiciones de vida. En este sentido, la CEPAL2 señalaba cómo la contundente salida de las mujeres del mercado de trabajo supuso un retroceso de 18 años en términos de su participación laboral.   

La crisis demostró la insostenibilidad de la actual organización social de los cuidados, intensificando las desigualdades económicas y de género existentes, puesto que son las mujeres más pobres quienes más carga de cuidados soportan y a quienes la sobrecarga de cuidados condiciona, en mayor medida, sus oportunidades de empoderamiento económico y de autonomía.  

¿Cuántas mujeres se dedican al trabajo doméstico en América Latina? 

Asimismo, en América Latina hay entre 11 y 18 millones de personas en el trabajo doméstico: de ellas, 93% son mujeres. Este supone entre el 10,5% y 14,3% del empleo de las mujeres en la región.  

El 77,5% de las mujeres empleadas en trabajo doméstico operan en la informalidad y sus ingresos son iguales o inferiores al 50% del promedio de todas las personas ocupadas. Hay una clara desvalorización de este tipo de trabajo. Es urgente impulsar cambios en la cultura patriarcal de nuestras sociedades para que sean realmente sociedades de cuidados.  

¿Cómo podemos incidir sobre esta realidad? 

En América Latina y el Caribe, la centralidad de los cuidados en las agendas públicas ha ido incorporándose progresivamente, aunque de manera heterogénea, como resultado de los crecientes compromisos políticos, así como del trabajo de los movimientos de mujeres y de los análisis desde la economía feminista. Estos aportes han puesto el foco en la necesidad de reorganizar y redistribuir el trabajo de cuidado como clave para aspirar a sociedades más igualitarias e inclusivas. 

Por más de cuatro décadas, los Estados miembro de la CEPAL, reunidos en la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, han acordado la Agenda Regional de Género orientada a garantizar los derechos de las mujeres, avanzar hacia el logro de su autonomía y generar las bases para construir sociedades con igualdad. En este marco, los Gobiernos han aprobado una serie de acuerdos imprescindibles para el diseño e implementación de políticas de cuidados.  

Los principios de universalidad y progresividad en los cuidados 

Entre los acuerdos para el diseño de políticas de cuidados se reafirma el principio de universalidad y progresividad para el acceso a servicios de cuidado de calidad, la importancia de la corresponsabilidad tanto entre hombres y mujeres, como entre el Estado, el mercado, las comunidades y los hogares, así como la importancia de promover la sostenibilidad financiera de las políticas públicas de cuidado orientadas a alcanzar la igualdad de género. 

La Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe y los cuidados  

Este año (2022) avanzamos hacia la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, que se llevará a cabo en Buenos Aires, Argentina, del 7 al 11 de noviembre, y cuyo tema central será "La sociedad del cuidado: horizonte para una recuperación sostenible con igualdad de género". 

Es preciso un cambio del estilo de desarrollo, colocando la sociedad del cuidado y la sostenibilidad de la vida en el centro de las políticas  

¿Qué es una Sociedad del cuidado?  

Hablar de Sociedad del Cuidado implica un cambio drástico en el actual contrato social, porque en los hogares el trabajo de cuidados sigue estando en manos de mujeres y niñas. Debemos reconocer el cuidado como derecho humano y ponerlo en el centro de las políticas.  

¿Cuál es el rol del gobierno en la sociedad del cuidado?  

Es oportuno que los gobiernos dimensionen el impacto en la pobreza y de la pobreza del tiempo, para entender que no habrá empoderamiento de mujeres sin esta transformación, necesaria para diseñar a conciencia sistemas integrales de cuidado sostenibles, progresivos y universales. 

¿De dónde nace el llamado al reconocimiento y redistribución del trabajo de cuidados? 

Fueron los movimientos feministas y de mujeres quienes primero reclamaron este reconocimiento y la redistribución de esta carga, un nuevo pacto social y políticas públicas que visibilizaran y brindaran una respuesta.  

Sobre la corresponsabilidad social y de género 

Hoy en la región los cuidados han dejado de ser un asunto de las mujeres o que se resuelve por sí mismo, y son contemplados como un tema del que la sociedad debe ocuparse, por razones éticas, de justicia y de supervivencia. Y nos animamos a decir que se ha consolidado una escuela latinoamericana del cuidado, complementando las referencias europeas a la realidad cultural de América Latina. En línea con estos avances, varios países de la región han puesto en marcha programas, políticas e incluso sistemas integrales para avanzar hacia el reconocimiento, la redistribución y la reducción del trabajo de cuidados a nivel nacional y local. 

Definir la corresponsabilidad social, como uno de los principios orientadores de la construcción de sistemas de cuidados, implica considerarla como el resultado de la suma de esfuerzos de todos los actores de la sociedad que tienen la capacidad de ser proveedores de bienestar: el Estado a nivel central y descentralizado (nacional/federal, provincial o municipal), el mercado, las familias y la comunidad en su conjunto. Por esta razón, el principio de corresponsabilidad, así como la solidaridad intergeneracional son elementos clave para pensar las estructuras, los modelos y las fuentes de financiamiento de estos sistemas, como se verá más adelante, basados en la solidaridad desde un punto de vista socioeconómico e intergeneracional. 

¿Por qué se habla de los cuidados como un pilar de la protección social?  

Todos estos esfuerzos colectivos conforman un decidido impulso por avanzar hacia la Sociedad del Cuidado. En este sentido, la inversión en Sistemas Integrales de Cuidados como pilar fundamental de la protección social es un paso en la garantía de los derechos y el logro de la igualdad de género, el empoderamiento y la autonomía de las mujeres, además de resultar una contribución fundamental en términos del bienestar y de dinamización de la economía. En la actualidad, para consolidar sociedades más justas e inclusivas es preciso consolidar un sistema de protección social, esto es integrar una variedad de acciones orientadas a garantizar niveles mínimos de vida para todos. Los regímenes de bienestar o sistemas de protección social3 de nuestra región, aún con sus características propias y grados de desarrollo desigual en términos de cobertura y calidad de las prestaciones, se erigieron sobre la base de tres pilares: la salud, la educación y la seguridad social (Onu Mujeres y Cepal, 2020). 

¿A qué nos referimos con sistemas integrales de cuidados? 

Cuando hablamos de sistemas integrales de cuidados nos referimos al conjunto de políticas encaminadas a concretar una nueva organización social orientada a cuidar, asistir y apoyar a las personas que lo requieren, así como reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidados --que hoy realizan mayoritariamente las mujeres-, desde una perspectiva de derechos humanos, de género, interseccional e intercultural.  

Dichas políticas han de implementarse en base a la articulación interinstitucional desde un enfoque centrado en las personas, donde el Estado sea el garante del acceso al derecho al cuidado, sobre la base de un modelo de corresponsabilidad social – con la sociedad civil, el sector privado y las familias- y de género -entre hombres y mujeres.  

¿Cuáles principios guían la creación de sistemas integrales de cuidados?  

En ese sentido, la Creación de los sistemas integrales de cuidados debe venir guiada por los principios del cuidado como un derecho, la universalidad, la corresponsabilidad, la promoción de la autonomía y la solidaridad en el financiamiento.  

La implementación de un sistema integral de cuidados implica una gestión intersectorial que atienda a la diversidad cultural y territorial y permita el desarrollo gradual de sus componentes: los servicios, las regulaciones, la formación, la gestión de la información y el conocimiento, y la comunicación para la promoción del cambio cultural.  

¿Cuál es la relación entre los sistemas integrales de cuidados y el trabajo decente?  

Avanzar hacia Sistemas Integrales de Cuidados es clave para garantizar tanto el derecho al cuidado a quienes lo necesiten a lo largo de la vida, como el derecho de quienes cuidan, asegurándoles condiciones de trabajo decente. 

¿Cómo se financian los sistemas integrales de cuidado?  

Los Estados juegan un papel crucial en la implementación de los Sistemas Integrales de Cuidado, por lo que deben garantizar recursos para su financiamiento a través de sus presupuestos  

Es importante destacar la importancia de que los países de América Latina y el Caribe avancen en la conformación y el fortalecimiento de sistemas de cuidados desde un enfoque sistémico e integral y, por supuesto, con perspectiva de género, incorporando a todas las poblaciones que requieren cuidados, generando sinergias con las políticas económicas, de empleo, salud, educación y protección social, y fomentando la corresponsabilidad social entre hogares, Estado, mercado y comunidad. Es la manera más estratégica de afrontar las consecuencias e impactos económicos y sociales causados por las múltiples crisis que nos atraviesan, y lograr reconstruir con mayor igualdad sin dejar a nadie atrás. 

El financiamiento de los sistemas de cuidados, como del resto de los pilares de los sistemas de protección social (educación, salud y seguridad social), requiere de un pacto fiscal y social desde el cual nuestras sociedades puedan definir metas de bienestar. No es posible el bienestar colectivo sin solidaridad. 

Desde ONU Mujeres impulsamos la consolidación de sistemas integrales de cuidados sostenibles, progresivos y universales para avanzar hacia la Sociedad del Cuidado.  

¿Cuáles son los beneficios de la inversión en cuidados? 

Invertir en sistemas de cuidados no sólo es necesario, sino que también es inteligente, porque esta inversión genera múltiples beneficios, entre otros: 

  • Contribuye al desarrollo integral y la autonomía de niñas y niños mejorando su desarrollo físico y cognitivo generando efectos perdurables en la edad adulta a través de las perspectivas de empleo e ingresos a lo largo de sus vidas 
  • Mejora la calidad de vida y la autonomía de las personas adultas mayores, personas con discapacidad o en situación de dependencia, lo que a su vez genera un uso más eficiente de las inversiones en los sistemas de salud 
  • Favorece la autonomía económica de las mujeres, ya que al reducir la carga del trabajo de cuidado no remunerado pueden aumentar su participación en el mercado laboral. Esta participación incrementa el ingreso y la renta disponible de las familias, mejorando su capacidad de ahorro y consumo
  • Permite la creación directa e indirecta de empleo de calidad. La OIT ha estimado que a nivel mundial invertir en el cuidado universal de niños y niñas y en servicios de cuidado de larga duración podría generar hasta 280 millones de puestos de trabajo para 2030 y otros 19 millones para 2035. Se estima que 78% de estos nuevos puestos de trabajo serían ocupados por mujeres y el 84% sería empleo formal4. Se ha demostrado que la inversión en cuidados puede llegar a generar hasta tres veces más empleo que la misma cantidad invertida en el sector de la construcción5 
  • Todo ello convierte la inversión en cuidados en una inversión clave motor de la recuperación económica  
  • Adicionalmente una parte de esta inversión es recuperada por los Estados a través de los impuestos y las cotizaciones a la seguridad social, fruto del crecimiento en el empleo de calidad y la mayor capacidad de renta de las familias 

En definitiva, la inversión en cuidados permite romper con el círculo vicioso de cuidados, pobreza, desigualdad y exclusión, transformándolo do en un círculo virtuoso que genere múltiples réditos sociales y económicos.

 

Documentos relacionados

Fuentes

[1] Panorama Social de América Latina

[2] La pandemia del COVID-19 generó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en la región

[3] Aquí se utilizarán indistintamente las denominaciones “régimen de bienestar” y “sistema de protección social” para denominar los sistemas de políticas sociales basados en tres pilares: los sistemas de salud, de educación y de seguridad social. Nótese que en otros casos la expresión “Sistema de Protección Social” alude al conjunto de políticas y programas sociales que tienen como personas destinatarias o beneficiarias a aquellas en situación de pobreza o vulnerabilidad social

[4] OIT (2022), Care at work: Investing in care leave and services for a more gender equal world of work

[5] De Henau, Jerome y Susan Himmelweit (2021), “A Care-Led Recovery from Covid-19: Investing in High-Quality Care to Stimulate and Rebalance the Economy.” Feminist Economics, vol. 27, N° 1–2, pág. 453–69