Para las niñas y mujeres indígenas, las violencias se tienen que abordar en plural: Tarcila Rivera Zea

Día Naranja – Abril – Contra la violencia a niñas y mujeres indígenas

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Con motivo de la conmemoración del Día Naranja para erradicar la violencia contra niñas y mujeres indígenas, Tarcila Rivera Zea, miembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas y fundadora de la organización no gubernamental Chirapaq, Centro de Culturas Indígenas, concedió una entrevista por correo. Aquí presentamos su respuesta íntegra.

En esta entrevista, Tarcila Rivera Zea expone las muchas violencias que niñas y mujeres indígenas enfrentan en América Latina y el Caribe, y ofrece un panorama a los retos y casos que enfilen a hacia vidas de mujeres indígenas libres de violencia.

¿Qué tipos de violencia de género son los más significativos y los más recurrentes al interior de las comunidades indígenas?

Nosotras preferimos abordar las violencias en plural.

Violencias en plural habla de la necesidad y urgencia de vincular las violencias que vivimos recurrentemente las mujeres indígenas con nuestros derechos individuales y colectivos. En esta pluralidad, la discriminación y el racismo es la violencia que actúa como paraguas que cobija a las demás, ante la presencia de Estados y ciudadanías que con frecuencia nos invisibilizan e ignoran.

Las mujeres indígenas sufrimos daños físicos, psicológicos, espirituales, sexuales y económicos causados, entre otros; por la violencia sexual ejercida como estrategia de guerra; la explotación o esclavización para ejercer labores domésticas; la ablación genital femenina; el reclutamiento forzado de nuestros hijos e hijas; la criminalización de la protesta por la defensa de nuestras tierras y territorios, el robo de nuestros hijos en contextos de dictadura; el desplazamiento forzoso de nuestros territorios, recrudecidos en contextos de conflictos armados y de cambio climático.

Entre algunos obstáculos, me gustaría mencionar que el abordaje de la atención a las víctimas se presentan obstáculos recurrentes en los registros, realizados sin pertinencia étnica y una carencia de visión integral. Predomina la ausencia de un análisis en profundidad de las causas cercanas y lejanas, que sostienen la perpetuación de las violencias, y una deficiente cobertura básica de servicios básicos con personal sensibilizado.

Igualmente, el diálogo entre el derecho ordinario y consuetudinario es débil y descoordinado. A pesar de haber reconocimiento de la justicia ancestral por parte de algunos Estados del continente, el respeto a las estructuras tradicionales de justicia es aún un desafío. De la misma forma, los Estados no aplican los compromisos adquiridos en el marco internacional ni las leyes nacionales a favor de los pueblos y mujeres indígenas, como respuesta a intereses económicos de gran escala.

Las violencias contra las mujeres, jóvenes y niñas indígenas se vinculan directa o indirectamente con la pobreza, el hambre, la salud, la educación, la disponibilidad de agua, la desigualdad de género, el crecimiento económico, el consumo y producción sostenible, el cambio climático, el uso sostenible de ecosistemas terrestres y la promoción de sociedades pacíficas.
En este sentido, el fin global de la Agenda 2030 de reducir la desigualdad y las brechas sociales, culturales y económicas que sobre-representan a los pueblos y mujeres, jóvenes y niñas indígenas, justifican la necesidad de nuestro protagonismo en la ejecución, seguimiento y evaluación de la Agenda, para asegurar la prevención y lucha contra todas las violencias.

¿Qué impacto tiene para la sociedad la violencia sufrida por mujeres indígenas?

Cuando hablamos de aquellas violencias que vulneran nuestros derechos colectivos, como los derechos territoriales…entonces podemos decir que el impacto, es para toda la humanidad y casi irreparable.

En la Conferencia Global de Mujeres Indígenas que tuvo lugar en Lima en el año 2013, por ejemplo, reflexionamos sobre el impacto negativo que genera con frecuencia la industria extractiva. Lleva a la militarización, al tráfico de personas, al uso de pesticidas y violaciones sexuales de mujeres y niñas indígenas.

Existe una la relación evidente entre el impacto negativo de las industrias extractivas sobre las comunidades, la violencia ambiental y la salud sexual y reproductiva de las mujeres indígenas, que necesita ser más investigada.


¿Cómo afecta el empoderamiento económico de las mujeres indígenas, su participación política y el desarrollo de sus comunidades?

El empoderamiento económico constituye una estrategia utilizada por mujeres indígenas para combatir la violencia en sus comunidades. Las mujeres indígenas, como resultado de su mayor empoderamiento, rechazan y se oponen, con mayor frecuencia, a la violencia de género que sufren en sus hogares. No obstante se requieren realizar estudios más profundos al respecto y el diseño de acciones específicas, porque no siempre la mayor autonomía económica contribuye a disminuir la violencia de género.

Los patrones machistas, discriminatorios y excluyentes hacia las mujeres, se han ido modificando progresivamente, parcialmente, gracias a su participación en los talleres de derecho, género e identidad. Pero persisten en las comunidades y al interior de los hogares. La existencia de violencia de género, agudizada por los problemas de alcoholismo, recrudecen la situación.

Se necesita diseñar e implementar simultáneamente, una estrategia amplia sobre las diversas violencias hacia las mujeres indígenas, considerando sus múltiples ámbitos de expresión que incluyan la violencia institucional, espiritual y las prácticas ambientales nocivas. Esta propuesta lleva implícita la necesidad de articularse con actores estratégicos y de fondos suficientes.

Desde una perspectiva global, ¿dónde se encuentra América Latina y el Caribe en cuanto a violencia contra mujeres indígenas? ¿De qué tamaño es el problema?

El asunto es grave no solo por las cifras sino por la impunidad e indiferencia, aunque la sociedad ha empezado a expresar su rechazo con mucha más fuerza en años recientes.

La prostitución de niñas wayuu en Venezuela, los casos de mutilación femenina en Colombia, los casos de feminicidio, las elevadas cifras de embarazos a temprana edad en Perú y otros países de la región, asesinatos y persecuciones a las defensoras indígenas de los derechos colectivos, necesitan acciones y decisiones concretas.


¿Qué se está haciendo para solucionarlo?


Muchas experiencias que son fuente de resistencia y lucha contra las violencias, parten de nuestras propias referencias indígenas, se centran en la valorización y revalorización de saberes tradicionales, el fortalecimiento identitario y la priorización del ser y bienestar colectivo. Se fundamentan en la consideración de que no hay que ir en contra de nuestras culturas, sino de aquellas prácticas culturales que nos hacen daño y que vulneran nuestros derechos humanos como mujeres indígenas.

En Ayacucho, CHIRAPAQ, Centro de Culturas Indígenas del Perú, a través de los Talleres de Afirmación Cultural Ñoqanchiq, contribuyó a la recuperación de la identidad y el desarrollo humano integral de niñas, niños y adolescentes quechua, tras las secuelas vividas por el conflicto armado interno de los años 80 y 90. En ese mismo contexto, mediante la formación en salud y nutrición, rescatando la cultura alimentaria local, mujeres desplazadas víctimas de la misma violencia, tomaron esta iniciativa como impulso para generar economía familiar y educar a sus hijos e hijas.

En Perú también, en zonas andinas y amazónicas, CHIRAPAQ impulsa en la actualidad el empoderamiento económico de mujeres indígenas, como estrategia para prevenir y combatir la violencia familiar y comunitaria, promoviendo emprendimientos colectivos vinculados directamente con sus propias culturas y recursos locales, bajo un enfoque de derechos individuales y colectivos.

En Canadá existe una red de albergues para mujeres indígenas que reciben el apoyo de Mujeres Nativas de Quebec (FAQ). Sus servicios tienen un enfoque holístico centrado en valores de paz comunitaria, y se ofrecen en francés y el idioma indígena. Canadá cuenta también con experiencia en la implementación de sistemas de justicia indígena basados en la palabra hablada y la promoción de espacios de diálogo e intercambio, como son los círculos de sentencias y los círculos de curación.

Hay organizaciones también que tienen un abordaje integral con mujeres indígenas víctimas de violencias, considerando lo emocional, lo corporal y lo espiritual, e incluyen formas tradicionales de sanación maya que implican a la comunidad y a la naturaleza.

El Foro Internacional de Mujeres Indígenas –FIMI impulsa la Escuela Global de Liderazgo de Mujeres Indígenas y el Observatorio de Mujeres Indígenas contra la Violencia, desde las propias perspectivas y culturas de las mujeres indígenas.

¿Cuáles son los retos para ponerle un alto a la violencia contra mujeres indígenas en la región?

Como retos principales están el ver a las culturas como fuente de soluciones, más que de problemas y el educar y sensibilizar para eliminar el racismo y la discriminación.

Los pueblos indígenas tenemos que realizar más investigaciones para contar con mayores referencias históricas, recuperar la colectividad y aquellos aspectos característicos de nuestras cosmogonías que nos devuelvan el equilibrio en las relaciones de poder. Necesitamos descolonizar los sistemas de justicia indígena, donde ya no existen los principios del conocimiento ancestral, e incluir a mujeres indígenas en la impartición de justicia.

Igualmente se necesitan adoptar, adecuar e implementar los sistemas jurídicos nacionales a los estándares internacionales de derecho de pueblos indígenas y reglamentar la funcionalidad de los sistemas de justicia ordinario y comunitario, que garantice la efectividad para nuestro pleno acceso. Tenemos que impulsar el fortalecimiento de una red internacional de abogadas indígenas.

Otros retos fundamentales son el apostar por el empoderamiento de las mujeres y jóvenes indígenas, con la promoción y el fortalecimiento de sus identidades, de sus capacidades, de sus liderazgos y de su participación política, así como garantizar la creación e inclusión de datos desagregados con pertinencia étnica y de género en los sistemas nacionales de estadísticas.

¿Qué importancia tiene conmemorar eventos como el Día Naranja y dedicarlo específicamente a la violencia contra mujeres indígenas?

Es una iniciativa importante que reta y cuestiona la invisibilidad que experimentamos en las estadísticas. Necesitamos ver datos desagregados para incidir en las políticas públicas.

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