Naiara Leite: “Necesitamos que los Estados tengan datos con una mirada interseccional, porque si no estamos, es un proceso muy sutil de invisibilidad, de negación”
Naiara Leite es una activista del movimiento de mujeres negras en Brasil. Desde joven hace activismo político. Combina su activismo con temas de comunicación, tecnología, cuidados, y seguridad digital. Forma parte de la coordinación de la Red de Mujeres Negras del Nordeste, una red de la región nordeste de Brasil, que agrupa 34 organizaciones de mujeres negras de los 9 Estados que conforman ese territorio. A nivel más amplio, la articulación de mujeres negras brasileñas, de la cual también forma parte, cuenta con más de 60 organizaciones de mujeres negras a nivel nacional que hacen un trabajo de denuncia del racismo patriarcal en Brasil.
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¿Por qué crees que es importante recordar el día de las mujeres afrolatinas, afrocaribeñas y de la diáspora?
Yo creo que el 25 de julio nace como un proceso de organización de articulación de las mujeres de la región latinoamericana. Marca un proceso histórico en el que las mujeres negras hablan del racismo sin articulación, con una perspectiva de denuncia de los impactos patriarcales del racismo que no se tienen en cuenta al hablar sobre todas las violencias que atraviesan sus cuerpos. Es una oportunidad para invitar a las mujeres de todos los países a que se articulen y se junten en nombre de una agenda política producida, creada, fortalecida y protagonizada por las mujeres negras.
A partir de ese momento es que mujeres hacen una denuncia sobre el proceso de colonización del racismo en las Américas, en el que las mujeres negras juntas crean una red afro, y a partir de entonces van forjando y haciendo procesos que permiten fortalecer nuestra ruta. Esto provoca un proceso de cambio en la región. Ya Brasil contaba con una experiencia más antigua en ese sentido, porque en 1978 las mujeres negras ya habíamos hecho nuestro primer encuentro de mujeres negras. Al hablar del 25 de julio, se trata del primer encuentro latinoamericano de mujeres negras en República Dominicana, donde se da un proceso regional que tiene un impacto para América Latina y Caribe.
¿A qué desafíos actuales se enfrentan las mujeres afrodescendientes?
Es muy complejo, en el caso de Brasil, cambiar en 50 años más de 400 años de esclavitud. El impacto es real. Es un impacto que hay en la estructura, un proyecto de genocidio de las poblaciones negras. No solo en Brasil, en toda América Latina.
Los cambios llevan muchos años especialmente las conquistas en materia de los derechos de las mujeres. No es posible pensar en violencia contra las mujeres, en cambio climáticos, migración, políticas de cuidados, derechos sexuales, salud sexual y salud reproductiva sin hablar de racismo, sin hablar de una perspectiva interseccional que tenga en cuenta las múltiples realidades que las mujeres afro viven en los países.
Entonces, es complejo hablar de cambios porque los retos son muchos, porque estamos hablando de procesos que llevan años en función de una historia de esclavitud en la diáspora, en la región. Hoy estamos con una narrativa que está puesta en las sociedades, en los países. Hablen con nosotras, nosotras logramos acciones. Salimos de una invisibilidad. Somos un grupo político fuerte, pero los Estados toman mucho tiempo para hacer cambios a partir de la agenda que nosotras estamos proponiendo. Se tiene que hablar de nosotras. Las políticas deben incluir la perspectiva interseccional y se tiene que pensar en políticas donde se enfrente el racismo patriarcal, que no es solamente el patriarcado. Es un desafío que tiene que ver con el imaginario, con temas de privilegios de los que no se quiere hablar.
Sí, existe una parte de las sociedades que fueron beneficiadas por la esclavitud. Eso tiene que ver con el juego de poder. Eso tiene que ver con nosotras, quienes estamos rompiendo con la subrepresentación, y con una idea de democracia que no nos incluye. No es democracia si las mujeres y las poblaciones negras no están. Vivimos en países racistas. No tenemos democracia. No podemos tener una participación limitada. Eso es un cambio de poder.
A pesar de ello, hay avances. Tenemos leyes, tenemos instituciones públicas, por ejemplo. En Brasil tenemos ministerio de la mujer y ministerio de igualdad racial, pero esto no es suficiente para cambiar una realidad tan perversa y para enfrentar los proyectos políticos genocidas. Creo que tenemos avances, pero tenemos desafíos porque necesitamos garantizar el derecho a la vida de las mujeres afro.
¿Cómo podemos abordar la invisibilidad histórica, social, política de las mujeres afrodescendientes en diversas áreas, por ejemplo, tanto en la participación política y social como en el mundo del arte, en las ciencias, academia? ¿Cómo podemos abordar esa invisibilidad?
Yo creo que primero necesitamos tener datos. Hay que hablar sobre violencia política, sobre amenazas contra defensoras, sobre la violencia doméstica, feminicidio, sobre mortalidad materna, sobre violencia obstétrica. ¿Dónde están las mujeres afro en esto? Porque no es posible tener datos que no tengan la perspectiva interseccional para visibilizar esta situación. El otro aspecto es la lucha de las mujeres afro. Qué datos tenemos, por ejemplo, de mujeres en las universidades, que están ocupando espacios políticos, porque necesitamos cambiar el imaginario de las niñas. Las niñas necesitan conocer nuestra historia positiva también, historias que demuestren que en la lucha de las mujeres negras se están logrando cambios.
Entonces, creo que son las dos cosas, los datos para visibilizar nuestra situación de violencia y los datos para visibilizar las conquistas que cambiaron en este tiempo. Necesitamos construir y rescatar. Necesitamos que los Estados tengan datos con una mirada interseccional, porque si no estamos, es un proceso muy sutil de invisibilidad, de negación.
¿Qué futuro imaginas para las niñas jóvenes afrodescendientes?
Mi sueño es que todas las niñas sean libres, que tengan libertad sobre su cabello, su cuerpo, su educación, en la toma de decisiones, sin estar atadas al racismo y que tengan una buena autoestima.
¿Qué piensas sobre el activismo virtual? ¿Qué recomendaciones les puedes dar, sobre todo porque es un ambiente donde está mucha juventud?
Desde el punto de vista del activismo, yo creo que el Internet y las nuevas tecnologías han producido un impacto positivo, porque hay un mayor alcance de nuestras narrativas, pero también hay una situación de inseguridad muy grande con la perspectiva reaccionaria, de odio, racista, misógina muy grande en el medio virtual.
Necesitamos construir estrategias para la denuncia, pero también para que podamos tener en los países marcos legales de cómo consumimos y cómo vivimos en la era del Internet. Si bien la parte virtual es importante, necesitamos comprender que nuestro lugar es en la calle. Necesitamos hablar en este espacio que no es virtual. Necesitamos hablar con las personas, con las mujeres. Nos necesitamos ir a esos espacios públicos, institucionales a hablar de lo que nosotras queremos, necesitamos estar en nuestras comunidades y nuestros territorios con las niñas, con las y los jóvenes, con las mujeres, porque necesitamos hacer activismo fuera de este espacio virtual, porque ese espacio espiritual tiene un límite sobre qué cambios vamos a hacer y también tiene un límite sobre el cambio de comprensión crítica del mundo.
La acción política formativa y de reflexión que han hecho los movimientos de mujeres afro en los territorios tiene un impacto que transforma la vida de las niñas. Eso se logra desde la presencialidad, participando en protestas, haciendo denuncias en la calle. El activismo virtual tiene un papel importante, pero debe ir más allá. Las juventudes tienen que ser convocadas porque la lucha contra el racismo, por ejemplo, es un camino largo que no tendrá fin en mi generación.
Otro tema importante que debe considerarse en marcos legales es la seguridad digital, porque para nosotras, por ejemplo, en Brasil, vemos que, al hablar sobre el asesinato de una mujer afro, las reacciones en un ambiente virtual son peores. Las personas no tienen empatía por nosotras. Entonces, en este ambiente virtual también prevalece el odio.