Cecilia Ananías: “Necesitamos alfabetización digital y educación sexual integral para prevenir la violencia de género en el mundo digital”
Cecilia Ananías Soto es periodista y fundadora y directora de proyectos de la ONG Amaranta, un espacio feminista fundado en la ciudad de Concepción, en Chile, a principios del 2018, por mujeres provenientes de distintas áreas de las ciencias sociales, humanidades y del activismo. Amaranta tiene el propósito de abordar temáticas de género, tecnología, diversidades y derechos humanos con enfoque local, mirando hacia América Latina y el Caribe, con un pensamiento decolonial como base.
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¿Qué fue lo que motivó a crear esta ONG? ¿Cuál es su propósito?
Amaranta la iniciamos cuatro compañeras, las cuales ya habíamos estado en redes de ayuda a víctimas de violencia de género. Nos rompía el corazón todo lo que había que hacer para sacar a la persona de esa violencia. Las veíamos recaer, había que tomar muchas medidas tanto a nivel judicial, como psicológico y buscar ayuda económica. Amaranta nació pensando, ¿qué hacemos para llegar antes? ¿Cómo llegamos a esta persona para que reconozca esta violencia antes de que avance? Entonces, ahí se nos ocurre crear esta organización, cuyo enfoque siempre ha sido tratar de prevenir las violencias y si están ocurriendo, que sepan cómo abordarlas. Por eso siempre nuestra base ha sido sumamente educativa.
Partimos con una charla en la Biblioteca Municipal de Concepción y fue abrumadora la respuesta. Llegaron como 60 personas a una sala pequeña de la biblioteca y ahí nos dimos cuenta de que lo que habíamos detectado nosotras era una necesidad de la comunidad que requería información cercana, amigable, con perspectiva de género, que es justamente lo que hemos estado trabajando a lo largo de los años. Actualmente somos 12 compañeras y estamos en Santiago, Chillán, Concepción y Valdivia.
¿Cuáles son las iniciativas o proyectos que está impulsando o liderando actualmente Amaranta?
Voy a hablar de uno de los dos principales. Tenemos un programa que se llama Lilén que, al igual que Amaranta, es el nombre de una plantita. Este proyecto está enfocado en prevenir la violencia de género en contextos escolares. Está dirigido a estudiantes, docentes y a la comunidad en general, a través de ciclos de talleres, la realización de ferias educativas y la entrega de material educativo.
Las temáticas que abordamos son educación sexual integral, diversidades, no discriminación, violencia de género, salud mental, participación y derechos humanos. Tratamos de abarcar todas esas temáticas, reflexionarlas como comunidad de manera didáctica y entretenida para niñeces y jóvenes a través de juegos; también hacemos fanzines, que son estas revistitas de fácil impresión y de libre entrega.
La otra iniciativa que partió como el Proyecto Aurora, aborda la violencia de género digital. En esa instancia encuestamos a más de 500 mujeres de todo el país y nos dimos cuenta de que el 74% había sufrido violencia en el espacio digital y alrededor de un 10% le había costado reconocerlo porque había ocurrido en un contexto íntimo, es decir, de una pareja o expareja. Lo que evidenciamos fue que se reconoce muy bien cuando la violencia proviene, por ejemplo, del acoso masivo en redes sociales, de foros, de desconocidos, pero cuando proviene de una persona que dice que te quiere ahí les costaba a algunas compañeras identificarlo.
Después se transformó en una campaña titulada #LoDigitalEsReal porque una de las problemáticas que teníamos es que cada vez que las víctimas iban a la policía o a la fiscalía a denunciar violencia digital, estas le bajan el perfil. Ahora lanzamos una campaña 2.0 y se llama “Toma el control”, donde está mucho más enfocada en materiales y talleres educativos para la ciudadanía digital, desinformación, democracia en internet, otras temáticas además de la violencia de género en el espacio digital.
Foto: Cortesía de Cecilia Ananías Soto
¿Por qué crees que es importante, además de estas dos acciones que nos cuentas, descentralizar estas iniciativas?
Vemos que en general todo lo que tenga que ver con educación para transformar la sociedad no se puede quedar estancada en las capitales -y lo digo no solamente como crítica hacia Santiago, la región metropolitana- sino que también a veces pasa que en la región del Biobío se concentra todo en Concepción, que es la capital y las provincias o pueblos quedan fuera de las conversaciones y de la información. Entonces, nacimos en Concepción para recordar que hay otras regiones, pero también vamos hacia otras localidades, incluso a entornos rurales. La descentralización, igual la mirada latinoamericana, está presente en todo lo que hacemos y por eso creemos que es vital.
¿Cuáles son las formas más comunes de violencia de género que ocurren en el ámbito digital y cómo difieren de las formas tradicionales de violencia de género?
Lo que hemos avistado es que en entornos digitales se da más bien una continuación de lo que tenemos como sociedad en el mundo fuera de línea. Por ende, si estamos en un país donde una de cada tres mujeres declara haber sufrido violencia de género desde su entorno muy cercano, claramente en internet esto se va a trasladar, no es ajeno, e incluso se puede amplificar. ¡Ese es el problema de internet! Porque como no necesitas estar cerca o físicamente de la persona para atacarla, o como puedes ir anónimo o anónima, e incluso hasta puedes automatizar los ataques a través de bots, puedes convertir la violencia en algo mucho más grande y mucho más doloroso, generando hipervigilancia porque no sabes muy bien desde dónde te atacan, puede ser a todo momento. Finalmente, es una continuación de esta violencia que viene desde afuera, que toma estos dispositivos y esta tecnología y se amplifica.
Sobre las más frecuentes, claramente los ataques verbales estaban sumamente normalizados al punto de que durante la pandemia en el 2020 algunas ya ni siquiera lo contaban porque lo consideraban parte de su día a día. El acoso y hostigamiento también le seguía. En ese entonces también identificamos una forma de violencia que no teníamos en el radar: mujeres que reciben imágenes sexuales o sexualmente muy agresivas sin su consentimiento.
También vemos amenazas extendidas, suplantación y difamación. Internet puede ser utilizado para difamar sobre todo a mujeres en cargos importantes o con una voz pública y, así, un poco intentar acallarlas, violencia política digital.
En un mundo cada vez más conectado, ¿cómo podemos empoderar a las mujeres y niñas para que utilicen de manera segura y efectiva las plataformas digitales, al tiempo que se protegen de la violencia en línea?
Lo que hemos identificado es que no se enseña de forma sistemática la alfabetización digital integral, lo que también se le llama pensamiento computacional. No hay ningún programa que abarque esto de forma integral y diría que, para todas las edades, desde niñeces y adolescentes hasta adultos.
Por otro lado, también identificamos que la falta de educación sexual integral impacta cada vez que hay un caso de violencia que se vuelve muy público, y que generalmente involucra a las niñas, a las jóvenes, a las mujeres y es porque sin educación sexual integral, el cuerpo de las mujeres y las niñas sigue siendo un objeto sexual, un objeto disputado en un campo de batalla, pero no seres humanos a la par. Entonces nuevamente este problema que tenemos fuera de línea se traslada y amplifica con el internet. Necesitamos alfabetización digital integral y educación sexual integral para prevenir la violencia de género en el mundo digital.
¿Qué medidas legales y políticas crees que son necesarias para combatir de manera efectiva la violencia de género en línea y garantizar la responsabilidad de aquellos que perpetúan estos actos?
Una eterna pendiente que tenemos es que exista una ley que aborde las violencias en el espacio digital, porque la mayoría caen en un vacío legal y los agresores o las agresoras lo saben y lo utilizan, sabiendo que pueden agredir impunemente. No significa que tiene que ser una ley punitiva que mande a la mitad del país a la cárcel, pero sí que les de nombre a las violencias, pero que sobre todo a través de multas, clases de ética o similar, les haga tomar el peso de estas violencias y busque cómo cambiarlas. Y en el caso de violencias más graves, claramente que corran las penas que tengan que correr. De hecho, hay proyectos de ley en los que hemos participado y cuentan con el apoyo de otras organizaciones que aún están estacionadas en el Congreso y no han avanzado.
¿Cuáles son los mayores desafíos que enfrentan las autoridades al abordar la violencia de género, y qué medidas consideras esenciales para mejorar la seguridad digital de las mujeres y niñas?
Mientras esperemos a que avancen los temas legislativos, así como la educación sexual integral y la alfabetización digital, a lo que apuntamos como organización es a la resiliencia comunitaria. Es decir, que, entre vecinos, vecinas, amigos, amigas, parientes, etc., conversemos sobre los espacios digitales y compartamos lo que sabemos.
Hay que ir aprendiendo de seguridad digital a nivel comunitario. Eso es lo que también tratamos de instalar con los talleres, enseñar que no necesitas ser un hacker para entender el tema, sino que a veces pequeños cambios como una mejor contraseña o conocer cuáles son los botones de cada aplicación si te están atacando, ya es un avance, mientras esperamos que las políticas públicas y las leyes se pongan al día.
Dado el aumento de la violencia en línea, ¿cómo pueden las campañas de concientización y educación jugar un papel crucial en la prevención de la violencia de género en el ciberespacio?
Creo que son sumamente importantes porque a veces la gente no sabe cómo se llama lo que le está ocurriendo y si no le tiene nombre, no lo identifica, normaliza la situación y la vuelve parte de su vida. Mencionaba al inicio como algunas mujeres no identificaban la violencia digital a un nivel más íntimo, pero al ponerle un nombre a ese tipo de violencia y describirlas, empiezan a comprenderlo y pueden abordarlo de mejor manera.
Esto además ayuda a que la gente le vaya perdiendo el miedo a la tecnología, porque se asume que es cosa de hombres y de hombres informáticos o ingenieros y no es así. Si dejas que sea tan ajeno y le quitas ese lenguaje técnico, las personas se empoderan más y se atreven a aprender más de tecnología y seguridad digital y con eso ya creo que se pueden reducir bastante las violencias.
En el marco del 25N, día Internacional de la eliminación de la violencia contra mujeres y niñas, ¿qué mensaje compartirías con otras activistas de América Latina y el Caribe?
Yo creo que mi invitación es a seguir conversando todas juntas y seguir uniendo fuerzas porque tenemos demasiadas cosas en común y a veces la idea que no tiene una, la tiene la otra, o nos podemos ir complementando. Creo que mi llamado sería seguir uniendo lazos a través de Latinoamérica y reconociendo también los saberes que tenemos desde acá, desde el sur global. Hay cosas que, por allá, por Europa, ni siquiera se las han cuestionado y acá ya las estamos pensando, como por ejemplo hablar de cuidados. Es revolucionario. Entonces, tenemos que reconocer nuestros saberes y seguir uniéndonos.
Nota: Estas publicaciones buscan estimular un debate propositivo en torno a los principales temas de interés para el avance de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en América Latina y el Caribe. Los conceptos expresados por las personas entrevistadas para la producción de nuestros contenidos editoriales no reflejan necesariamente la posición oficial de ONU Mujeres y agencias del Sistema de Naciones Unidas.