Nota: Estas publicaciones buscan estimular un debate propositivo en torno a los principales temas de interés para el avance de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en América Latina y el Caribe. Los conceptos expresados por las personas entrevistadas para la producción de nuestros contenidos editoriales no reflejan necesariamente la posición oficial de ONU Mujeres y agencias del Sistema de Naciones Unidas.
“Traer vida con las manos y el alma”: las guardianas del parto tradicional en el Chocó
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Cada 5 de mayo, en el mundo se celebra el día internacional de la partera, una fecha que conmemora a las mujeres que, desde el saber ancestral y el vínculo con la tierra, han traído millones de vidas al mundo. Se trata de un trabajo de cuidado fundamental para sostener la vida en las comunidades.
En Colombia, en el departamento del Chocó, esta labor se mantiene viva gracias a mujeres como Esilda María Palomeque, partera afrodescendiente de Quibdó, y Dolly Patricia Queragama, partera indígena emberá. Ellas hacen parte de la Red interétnica de partería afro e indígena tradicional del Chocó y son testimonio vivo de una práctica que va mucho más allá de asistir partos: es un acto de resistencia cultural, de cuidado comunitario y de sabiduría transmitida entre generaciones.
Resaltamos sus historias en el marco del proyecto ‘Entornos que cuidan’ un programa liderado por ONU Mujeres en alianza con la Embajada de Canadá y articulación con el Ministerio de Igualdad y Equidad, que busca transformar la manera en que se entiende, valora y distribuye el trabajo de cuidados en Colombia. La apuesta es posicionar el cuidado como un derecho colectivo, reducir las desigualdades que afectan principalmente a las mujeres, visibilizar y resignificar las prácticas de cuidado comunitario y colectivo, como las que encarnan las parteras tradicionales.

Herencia viva: el oficio que nace del amor y la tradición
Esilda recuerda que su camino comenzó cuando era apenas una niña. Su abuela, también partera, le dio la confianza de aprender a través de la observación y el acompañamiento. “Uno ve nacer un bebé y se llena de esa alegría que tiene el mundo”, dice con emoción. Su legado no es menor: ha acompañado la llegada de decenas —quizás cientos— de bebés en los últimos 40 años, guiada por lo que ella llama su “ética”: ver y no hablar, oír y callar.
Dolly, desde su comunidad indígena, comenzó más joven aún: a los 18 años atendió su primer parto, y desde entonces ha asistido una docena más. Aunque el número parece pequeño en comparación, cada nacimiento para ella es una experiencia transformadora. “Me gusta trabajar para salvar la vida de la mujer y del parto”, afirma con convicción.
Una jornada guiada por la llamada de la vida
El día a día de ambas parteras es imprevisible. Pueden pasar días sin una llamada y de forma inesperada, en medio de la madrugada, deben correr a un barrio lejano o a la casa de una mujer con dolores. No hay horarios fijos ni descanso asegurado. La urgencia de la vida por nacer marca su ritmo.
Además del parto, las parteras hacen seguimiento al embarazo. Registran en cuadernos los nombres de las futuras madres, controlan la gestación mes a mes y, cuando el parto se complica, saben cuándo acudir al hospital, pero su primer recurso es la naturaleza.
La medicina que nace de la tierra
Las plantas son parte esencial del universo partero. Esilda y Dolly manejan una botánica que no se aprende en libros, sino al recorrer su entorno, al observar y escuchar. Hablan con naturalidad del uso del guácimo, la monita, la nacedera, la tamiza y la menturosa. Preparan infusiones, sobijos y baños para aliviar dolores, facilitar partos o sanar cuerpos hinchados. Dolly lo dice claro: “Cuando duele el cuerpo, yo busco mi planta y hago el remedio”.
Y es aquí donde surgen tensiones con la medicina occidental. “Ellos no saben que de estas plantas que usamos salen los medicamentos que ellos compran triturados y con químicos”, dice Esilda, con tono firme pero conciliador.

Entre dos mundos: el sueño de un parto intercultural
Ambas parteras sueñan con un futuro donde su saber no solo sobreviva, sino que sea reconocido y valorado. Esilda imagina un “nicho” fortalecido: una sala de parto tradicional con camilla, utensilios adecuados y un médico occidental a su lado. “Lo que yo no sé, lo sabe él, y lo que él no sabe, lo sé yo. Así cuidamos más a la gente”, afirma.
Dolly, por su parte, espera seguir asistiendo a más mujeres, siempre desde su identidad indígena y con el compromiso voluntario que ha asumido. “Me gusta colaborar en la comunidad”, repite con humildad.
El abrazo de la vida
Cuando caminan por las calles de Quibdó o los senderos del resguardo, ambas mujeres sienten en la piel la recompensa de su labor. Niños y niñas que ayudaron a nacer las reconocen y corren a abrazarlas. “Ambos nos contentamos”, dice Esilda con una sonrisa que se adivina al otro lado del teléfono.
En un país donde muchas veces los saberes ancestrales han sido invisibilizados, estas mujeres sostienen con firmeza la práctica de la partería como un acto de amor, resistencia y esperanza. En su labor, no solo nace un niño: renace la comunidad.
Nota: Estas publicaciones buscan estimular un debate propositivo en torno a los principales temas de interés para el avance de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en América Latina y el Caribe. Los conceptos expresados por las personas entrevistadas para la producción de nuestros contenidos editoriales no reflejan necesariamente la posición oficial de ONU Mujeres y agencias del Sistema de Naciones Unidas.