El desaprovechado potencial económico de las mujeres

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El desaprovechado potencial económico de las mujeres
En plena pandemia de covid-19, una mujer entrega una ración de guiso en un comedor social para ayudar a la gente de bajos recursos, en Buenos Aires, Argentina, el 23 de abril de 2020.
Foto: Agustin Marcarian (REUTERS)

El escenario que nos dejó la pandemia en América Latina y el Caribe no es alentador: un retroceso sustancial en derechos y conquistas de las mujeres; y economías a las que tomará mucho tiempo recuperarse. 

La participación de las mujeres en el mercado de trabajo cayó al 46% en 2020 y el desempleo subió al 12%. A pesar de la brecha salarial entre hombres y mujeres, más del 73% de quienes hicieron frente a la pandemia en los hospitales y centros de salud fueron mujeres, según la CEPAL

Esta situación hace evidente, por una parte, la necesidad de profundos cambios sociales para que haya una distribución equitativa del trabajo de cuidados. Y por la otra, que es urgente que las mujeres vuelvan a la actividad productiva. 

Sin embargo, la realidad es que las mujeres en América Latina dedican tres veces más tiempo que los hombres a los trabajos de cuidado no remunerados. Es decir, las tareas reproductivas o del hogar, el cuidado de hijas e hijos, o personas mayores y con enfermedades. Más aún, en la región las mujeres tienen 20% menos derechos legales que los hombres según este estudio del Banco Mundial. Es decir, sigue habiendo leyes discriminatorias que impiden que las mujeres se incorporen libre y plenamente a las economías de sus países.   

En materia de igualdad salarial, más de la mitad de los países iberoamericanos, un 59%, no cuentan en su legislación con normativa que responda al objetivo de igual remuneración por trabajo de igual valor, tal y como establece la Organización Internacional del Trabajo (OIT).    

El 27% de países iberoamericanos (América Latina, España, Portugal y Andorra) tienen en su legislación textos con disposiciones discriminatorias relativas al reconocimiento y la redistribución del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.  Y 64% todavía cuentan con leyes que restringen la libertad de elección de empleo de las mujeres y promueven la segregación ocupacional, según este estudio de ONU Mujeres y SEGIB

Como si no fuera suficiente, las mujeres también sufren discriminaciones en cuanto al acceso a un financiamiento adecuado para sus emprendimientos y negocios. Las inversiones en empresas de mujeres son aún muy poco representativas dentro de la inversión de impacto.  

Solo el 22% se realiza en empresas con al menos una mujer fundadora, y si se consideran todas sus fundadoras mujeres, el porcentaje de inversión se reduce a 8%. Apenas el 20% de las compañías de capital de riesgo y capital privado en la región tienen un equipo de liderazgo sénior con equilibrio de género, según datos de la Corporación Financiera Internacional (CFI).  

Reincorporar a las mujeres a la economía, no es únicamente una cuestión de la más elemental justicia, sino también de que, si se ponen en marcha las condiciones para activar el desaprovechado potencial económico de las mujeres, tendríamos una economía más sostenible, empresas con mayores retornos económicos  y sociedades más prósperas.  

Los datos son tan claros como abrumadores. 

Un sondeo de la consultora McKinsey entre 1.400 gerentes de empresas en todo el mundo concluyó que las compañías con mayor representación femenina que cotizan en bolsa, obtienen un rendimiento un 44% superior sobre las inversiones, y márgenes de ganancia un 47% más altos.  Las empresas con diversidad de género en los mercados emergentes tuvieron un aumento del 13% en la tasa interna de retorno, determinó la CFI.   

Según la Alianza Financiera de las Mujeres,  las  clientas  exhiben  tendencias superiores  al  ahorro  (es  16%  más  probable  que  ahorren  para  gastos  futuros  que  los  hombres),  menor  riesgo  (en  promedio,  son  más  propensas  a  devolver  los  créditos),  mayor  crecimiento  y  menor  deserción en sus carteras de préstamos.   

De manera que, por un lado, tenemos una serie de limitantes que dificultan la total incorporación de las mujeres a la economía y, por el otro, datos que demuestran claramente que las empresas y sociedades con más diversidad tienen más ventajas. 

¿Cómo salimos de esta trampa de discriminaciones múltiples? Lo primero, idealmente, sería deshacernos de las leyes discriminatorias que impiden el pleno ejercicio de los derechos económicos y laborales de las mujeres de América Latina y el Caribe.   

Se trata de un primer y necesario escalón hacia la consecución de una igualdad real y sustantiva entre hombres y mujeres, que en este escenario de salida de la pandemia se ha convertido en un requerimiento preponderante e inaplazable. 

Segundo, avanzar hacia una sociedad de los cuidados. En ese sentido, desde ONU Mujeres en alianza con CEPAL desarrollamos una propuesta para promover Sistemas Integrales de Cuidados que busquen el reconocimiento, reducción y redistribución del trabajo de cuidados, hacer realidad el derecho al cuidado de las personas que lo necesitan, pero también los derechos de las personas cuidadoras. 

Lo tercero sería influenciar en la movilización de financiamiento innovador, promoviendo un mayor compromiso de las empresas privadas con la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, y fortaleciendo el ecosistema financiero y de la inversión con impacto de género.  

Tenemos como referente la decisión de la Unión Europea, que estableció que para 2027 las empresas que cotizan en bolsa deben lograr que al menos el 40% de sus puestos de dirección no ejecutiva o el 33% de sus puestos de dirección no ejecutiva y ejecutiva estén ocupados por miembros del sexo menos representado. 

Desde ONU Mujeres promovemos también los Principios de Empoderamiento de las Mujeres (WEPs, por sus siglas en inglés)  a los que se han adherido 6.500 empresas y que han demostrado que cuando se elimina la discriminación, se crean equipos diversos y se respeta la diferencia, mejoran la productividad, el bienestar y el compromiso dentro de las organizaciones.  

Por eso en mis conversaciones con referentes del sector privado y gobiernos, siempre les digo que, si la situación económica o financiera de la que son responsables va bien, con políticas más inclusivas podría ir mejor. Y si va mal, ¿por qué no intentar una forma diferente de hacer las cosas? 

Cambiemos los paradigmas laborales y gerenciales, movilicemos mayor financiamiento para eliminar las barreras actuales, invirtamos con propósito en  empresas  comprometidas con la igualdad de género y aprendamos más de las cooperativas, y la economía social y solidaria.  ¡Avancemos los derechos de las mujeres eliminando las barreras que frenan su pleno potencial y su autonomía económica!

María Noel Vaeza es directora regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe. 

Originalmente publicado en El País