“Las mujeres indígenas facilitamos la vida digna”: Alba Quintana, lideresa indígena colombiana
Alba Quintana Achito es lideresa indígena del pueblo embera dóbida, en el departamento del Chocó, Colombia. Tiene 33 años y hace dieciséis llegó a la capital de este lugar, Quibdó, desplazada por la violencia que azotaba en ese entonces al municipio de Juradó, también en el Chocó. Cuenta que su mamá, lideresa y quien a pulso se logró abrir camino con su liderazgo en su comunidad, ha sido su inspiración siempre. Alba logró culminar su carrera como abogada hace tan solo unos meses e integra la Comunidad de Juristas Akubadaura, una de las organizaciones que hace parte de la iniciativa ProDefensoras, una alianza entre ONU Mujeres, la Embajada de Noruega y la Defensoría del Pueblo de Colombia, que le apuesta a la salvaguarda del quehacer de las lideresas colombianas en los departamentos de Chocó, Nariño, Cauca y Antioquia.
Junto a Akubadaura y como integrante del Programa de Mujeres de la Mesa Indígena del Chocó, Alba ha fortalecido sus conocimientos no solo para su liderazgo sino también para incidir en espacios de fortalecimiento político con las mujeres de su comunidad: litigio estratégico para la defensa del territorio ancestral y fortalecimiento para la incidencia política en espacios locales y departamentales. Estos son solo algunos de los logros que ha dejado todo el proceso y que hoy, valientes y determinadas, siguen defendiendo la agenda de las mujeres indígenas en Colombia.
“Las mujeres indígenas somos parte fundamental de nuestros pueblos. Nuestra sensibilidad política y participativa es importante y cada vez avanzamos más en nuestros liderazgos”, cuenta. Hoy, en el Día Internacional de la Mujer Indígena, Alba toma la palabra: “las mujeres indígenas facilitamos la vida digna, las sonrisas y la alegría en nuestros territorios. Nuestra apuesta es por la paz”. Esta es su historia.
Fecha:
“Hace 16 años llegué a vivir a Quibdó. No fue fácil, para nada fácil. La comida, la cultura, la forma de vestirse… todo es distinto cuando una viene de un pueblo indígena. Llegué desplazada por el conflicto armado desde Juradó. En esa época eran dos los grupos armados que tenían el poder del territorio, ahora ya perdimos la cuenta de cuántos son. La semilla del liderazgo me la sembró mi mamá: ella se abrió camino dentro de los liderazgos de nuestra comunidad, que eran muy varoniles. Así que cuando salgo de mi territorio por la violencia que estábamos viviendo llego en el 2003 a Quibdó. Mi proceso de liderazgo comenzó en grupos juveniles y organizaciones de mujeres. Esto me llevó a liderar el primer Congreso de Mujeres Indígenas en el 2016 y comencé a hacer parte del Programa Departamental de la Mesa Indígena del Chocó.
El reconocimiento que hemos avanzado las mujeres indígenas en el Chocó frente a nuestras propias autoridades ha sido inmenso, y ProDefensoras nos ha ayudado en esa tarea: hemos fortalecido nuestras capacidades de liderazgo, hemos tenido más y mejor acceso a información importante para nuestra incidencia política y hemos podido acompañar a nuestros territorios en asuntos que tienen que ver con su defensa. Las mujeres indígenas tienen mucha confianza en todo el proceso que hemos liderado desde ProDefensoras porque no solo se ha quedado con y entre las mujeres de las comunidades, sino que también hemos podido involucrar a los hombres.
Desde ProDefensoras el trabajo ha sido mixto, integral y generacional. Y eso nos ha abierto las puertas para hablar con todas y todos de los derechos de las mujeres, la justicia propia, los derechos sexuales y reproductivos y cómo todo esto ayuda a defender la agenda de los pueblos indígenas. Todos y todas trabajando por la vida digna de las mujeres. Todo eso, sin dejar de lado nuestra ancestralidad y lo espiritual en cada proceso.
Las mujeres indígenas somos parte fundamental de las apuestas políticas y organizativas del territorio. Ya no es el tiempo en el que los hombres estaban solos en los espacios de poder. Las mujeres indígenas tenemos una sensibilidad política y de liderazgo que debe ser tomada cada vez más en cuenta. No somos máquinas reproductivas, merecemos y exigimos estar en los espacios públicos.
Ese querer estar y querer hacer no ha sido fácil por el conflicto armado que seguimos viviendo en las comunidades: hay temor al entrar a un territorio, trasladarse a una comunidad, pasar noches en ciertos lugares, todo es muy arriesgado. Otra limitante es que no tenemos garantías para estar en los espacios políticos e institucionales y darles viabilidad a las agendas de las mujeres indígenas. Las alcaldías y gobernaciones son incipientes en proponer, a pesar de que hay avances, soluciones reales para las mujeres indígenas y sus problemáticas. Esto es muy frustrante, a veces una pierde la esperanza, pero vuelve y toma impulsos.
¿Mi sueño? Ser una embajadora emberá y una referente de lucha y resistencia para las nuevas generaciones. Y si el futuro me lleva a que ese sueño se haga realidad es porque lo logré en comunidad, no solo por ser mujer”.
Las opiniones son responsabilidad de su autora y no reflejan una posición oficial de ONU Mujeres o de cualquier otra agencia del Sistema de las Naciones Unidas. |