Karen Vergara: “Cuando las mujeres y niñas se apropian de la tecnología, ocurren cambios fundamentales en su entorno”
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Karen Vergara Sánchez es periodista, Magíster en estudios de género y cultura, y actualmente es vicepresidenta de Amaranta, organización de la sociedad civil dedicada a investigar, formar, capacitar, asesorar y producir conocimiento en temáticas de género, tecnología, diversidades y derechos humanos.
A finales del 2020, ONU Mujeres junto a Amaranta y Datos Protegidos realizaron un estudio conjunto que refleja cómo afecta la violencia digital a niñas, niños y jóvenes y cómo esta afecta mayormente al género femenino.
Karen releva la importancia de motivar a las mujeres para que se apropien de su propia tecnología y no delegarla a terceros, la necesidad de legislar proyectos que garanticen un mundo digital libre de violencia y por qué las niñas y jóvenes deben estar al centro de la toma de decisiones en miras de construir un futuro digital igualitario e inclusivo.
Cuéntanos acerca de Amaranta, ¿cómo surge y qué las motivó a crearla?
Amaranta es una ONG que surge en la ciudad de Concepción, Chile, a principios del 2018. Es un espacio feminista, conformado por mujeres provenientes de distintas áreas de las Ciencias Sociales, Humanidades y del activismo. Nace de una inquietud que tenían muchas de sus integrantes por crear un espacio que nos permitiera investigar, accionar y trabajar en herramientas de prevención de violencia de género. Amaranta tiene una mirada permanente y crítica hacia las temáticas de Género, Tecnología, Diversidades y Derechos Humanos.
Antes de la creación de Amaranta junto a mi socia, Cecilia Ananías, ya llevábamos desde el 2010 trabajando en distintos proyectos que involucraban internet y nuevas tecnologías, incluso nuestra tesis de pregrado fue este tema; después empezamos a estudiarlo de forma académica y nuestra idea era poder tener las cifras que no existían en Chile para poder visibilizar la violencia de género en línea.
¿Por qué es importante visibilizar la violencia de género en línea?
Nosotras nos habíamos dado cuenta, tanto al vivir esa violencia como al investigarla, que en Chile se ha hablado muy poco del tema y las cifras estaban muy invisibilizadas. Solo se hablaba de ciberbullying o ciberacoso, pero eso no permitía ver el detalle de los tipos de ataque que más se recibían las mujeres.
No es lo mismo decir violencia de género en línea que ciberbullying porque este último concepto despolitiza todo el tema. Entonces, nuestra misión era poder tener las cifras, que además es algo que siempre nos pedían.
Sumado a esto, era importante que las personas pudieran identificar si habían sido víctimas de esta violencia. Para ello tratamos de castellanizar todos los términos a fin de tratar de superar las brechas del lenguaje, porque la mayoría de los contenidos siempre estaban en inglés. También buscamos superar algunos estereotipos, como por ejemplo, cuando en los medios de comunicación se habla de este tipo de violencia, aparece un hacker con pasamontañas, en definitiva alguien desconocido, pero nosotras, a lo largo de la investigación, nos fuimos dando cuenta de que esta violencia cuando es más fuerte y es más personal porque generalmente está ejercida por personas que conocemos; entonces el primer paso fue tratar de darle esa connotación intima para que en el fondo tuviéramos más mecanismos de defensa y de contención también.
Foto: Cortesía de Karen Vergara
¿Qué acciones lidera Amaranta para prevenir y erradicar la violencia de género?
Partimos con un proyecto que se llamaba Aurora, el cual nos permitió sacar el primer informe sobre violencia de género en línea, específicamente hacia mujeres cis y trans. Fue un estudio donde nos interesaba conocer la experiencia de mujeres en entornos cotidianos. Ahí descubrimos que más del 73% de las mujeres había sufrido violencia desde algo muy común como el control de los dispositivos. Por ejemplo, a algunas, sus parejas les controlaban el celular, la ubicación, hasta acciones como que alguien se hiciera una cuenta en redes sociales con su foto o que divulgaran contenido íntimo.
Este proyecto también nos permitió brindar talleres de prevención sobre esta violencia; trabajamos para agrupaciones con scouts, agrupaciones religiosas, universidades, colegios, y hasta empresas, porque cuando pasó la pandemia, muchas de las cosas que nosotras veníamos denunciando comenzaron a ocurrir más frecuentemente. Con este contexto y el contexto de virtualidad, pudimos desarrollar talleres desde Concepción para todo Chile.
Después de esto, a finales del 2021, iniciamos el proyecto “Lo digital es real” y desde ahí lo que hemos hecho es incidencia para la creación de legislación que aborde la violencia digital, con un proyecto que todavía está en la comisión de seguridad de la Cámara de Diputados. También hemos desarrollado campañas comunicacionales, con insumos que no transmiten miedo porque siempre este tipo de campañas hablan de una persona indefensa frente a este espacio digital, y lo que nosotras buscamos es motivar a las personas para que se apropien del espacio digital, fortalecer las comunidades para que sepan escuchar cuando alguien vive violencia de este tipo, aunque no conozcas mucho de tecnología.
¿Porque las mujeres y niñas deben participar de manera activa en espacios digitales?
Si más mujeres y niñas entran en la tecnología de diversa forma, ya sea creándola, investigándola o accionándola, podemos cambiar reglas que hasta el momento han sido muy machistas o masculinizadas. Por ejemplo, hay hombres blancos en Silicon Valley decidiendo qué aplicaciones o redes sociales vamos a usar y cuál va a ser el uso que le vamos a dar a internet; por eso nosotras, con este trabajo colaborativo que hemos venido desarrollando, trabajamos en esta reapropiación de las tecnologías por parte de mujeres, niñas, disidencias y diversidad, porque creemos que podemos cambiar estas reglas tan arbitrarias.
Algo que comúnmente vemos en nuestros talleres es que cuando las mujeres ingresan a la tecnología o al mundo digital, como ocurrió durante la pandemia, que de un momento para otro tuvieron que teletrabajar, algunas mujeres estaban muy acostumbradas a delegarle su tecnología a otra persona, a un servicio técnico, a una pareja o a un amigo con esta idea preconcebida y este estereotipo que tenemos tan arraigado de que las mujeres en tecnología no tenemos todas las herramientas o habilidades. Por eso es tan importante que las mujeres se apropien de su propia tecnología, irla conociendo paso a paso, se familiaricen con sus dispositivos, pierdan este miedo abrumador que muchas veces se tiene cuando estamos frente a la tecnología.
Y esto también permite que muchas más niñas estén interesadas en programar, crear sus propias plataformas, en las que ellas puedan crear un mundo distinto para poder interactuar con sus amistades.
¿Qué opinas de la brecha digital en Chile?
En Chile, a pesar de que es uno de los países más conectados de América Latina, existe igual una brecha muy grande, en especial la brecha de genero digital. Por ejemplo, los hombres pueden utilizar la tecnología mucho más para el ocio, tienen tiempo para eso; sin embargo, las mujeres usualmente usan o aplicaciones o plataformas que les permiten estar en contacto con su familia o con los cuidados. Esto se acrecienta cuando te das cuenta de que Chile es un país geográficamente difícil con muchos lugares que no tienen acceso completo a la tecnología o al internet, entonces hay varias dimensiones que se conjugan ahí.
Lo principal, más a allá de la forma que podemos concretar esta conexión local, es identificar las formas en que las comunidades pueden irse reapropiando de esta tecnología. Probablemente en una comunidad lejana, pertenecer a una red social no es una necesidad, pero si lo es contar con una comunicación mucho más rápida o que no dependa del clima, por ejemplo. Yo creo que es primordial pensar en las generaciones que vienen, cómo van a poder ir incorporando eso en sus comunidades. Esa idea va también muy de la mano con que existan más niñas y más mujeres en ciencia para que sean comunidades mucho más democráticas, mucho más igualitarias.
¿Qué deberían saber las personas sobre derechos digitales?
Lo principal es entender que también son derechos humanos, en el sentido de que la gente piensa que se tiene que preocupar de unos derechos nuevos y decidir si los quiere o no, debería ser parte de nuestra extensión como personas. Como Amaranta hemos tratado de trabajar junto a otras colectivas precisamente en abordar este conocimiento desde la sociedad civil para que la ciudadanía sepa como incorporar estos derechos digitales en su vida cotidiana y cómo exigirlos.
En la actualidad, la policía, el ministerio público y las fiscalías no tienen todas las herramientas para trazar este tipo de violencias o vulneraciones que se viven a través de lo digital, porque en el fondo no tienen manera de registrarlas y también porque hay una falta de voluntad al respecto.
Nosotras hemos acompañado muchas veces a mujeres a denunciar, pero la falta de legislación y formación son una barrera a la cual nos debemos enfrentar; muchas veces la policía manda a las mujeres de vuelta a la casa, desestiman los relatos o las hacen sentir inseguras. Ahí, claro, me imagino una sociedad civil, y una ciudadanía y también las autoridades familiarizadas con lo que son los derechos sociales y también lo que significa la violencia social en estos espacios.
¿Por qué es importante que la juventud participe en espacios de toma de decisiones en torno al mundo digital?
Hemos trabajado tanto en colegios rurales como en establecimientos mucho más grandes, situados en urbe. Nos hemos dado cuenta de que cada comunidad tiene sus estrategias para abordar la violencia digital. Por ejemplo, más allá de censurar o de ejercer esos controles parentales, que tanto se promueven y que son muy estrictos o agresivos , tenemos mucho que aprender de los nativos digitales, en este caso de las juventudes y de las generaciones que vienen, porque también tienen estrategias para abordar estas violencias y podemos crear un trabajo conjunto, pero por sobre todo escucharles sin ejercer un rol censurador.
A veces las personas adultas, por el desconocimiento de la tecnología o por no querer involucrarse, sentían la tecnología como algo lejano y creo que las juventudes pueden ayudar mucho a que ese transito sea mucho más amable. En este caso me imagino también a las juventudes tomando mejores decisiones que nosotros y nosotras y creando nuevos espacios para confluir libres de violencia digital.
¿Como te imaginas un futuro digital basado en la igualdad?
Me imagino un futuro basado en la igualdad donde las mujeres puedan reapropiarse de la tecnología. Me imagino otra forma de reunirnos, de comunicarnos en estos espacios, que sean espacios más amorosos, más diversos e inclusivos.
Siento que cuando las mujeres y niñas se apropian de la tecnología ocurren cambios fundamentales en su entorno. Cuando mujeres y niñas se involucran en carreras STEM ocurren cambios significativos en los que se incorpora una nueva visión, una nueva forma de hacer las cosas, que permite crear una tecnología mucho más consciente.
Me imagino plataformas más inclusivas, más seguras y sobre todo me imagino un futuro donde las mujeres no tengan que delegar su tecnología a otras personas; me lo imagino con servicios técnicos feministas; me encanta poder crear centros donde mujeres te puedan acompañar si tu teléfono o computadora falla, sin miedo a que te roben las fotos o que alguien te espíe.
¿Qué consejo le darías a otras mujeres que, como tú, están promoviendo los derechos digitales de las mujeres y niñas en Latinoamérica?
Creo que lo primero es compartir las experiencias, esto es fundamental para poder cambiar de estrategias que aborden las diferentes aristas de un problema. Siento que cuando hablamos de ciberseguridad con otras colectivas podemos encontrar otros puntos que quizá nosotras no habíamos considerado, herramientas que se han utilizado en otro lado, y que quizá puedan funcionar aquí.
Y, por otro lado, el autocuidado en todo momento. Usualmente, cuando somos activistas que abordan temas relacionados con violencia, hay un desgaste propio porque tenemos que escuchar todos los días manifestaciones de esta violencia; muchas veces sentir esta frustración por no poder hacer nada más o por cargar con una gran cantidad de denuncias o relatos y saber que no hay nadie más que las pueda abordar. Creo que ahí el trabajo de cuidado y de autocuidado colectivo en comunidad es fundamental porque o si no terminamos con activistas cansadas, agotadas, sin tiempo para ellas mismas y es algo que hemos estado trabajando en Amaranta y el acompañarnos entre nosotras mismas en ese tránsito hacia el autocuidado, porque a veces es momento de parar, respirar para después seguir.
Nota: Estas publicaciones buscan estimular un debate propositivo en torno a los principales temas de interés para el avance de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en América Latina y el Caribe. Los conceptos expresados por las personas entrevistadas para la producción de nuestros contenidos editoriales no reflejan necesariamente la posición oficial de ONU Mujeres y agencias del Sistema de Naciones Unidas.