Nota: Estas publicaciones buscan estimular un debate propositivo en torno a los principales temas de interés para el avance de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en América Latina y el Caribe. Los conceptos expresados por las personas entrevistadas para la producción de nuestros contenidos editoriales no reflejan necesariamente la posición oficial de ONU Mujeres y agencias del Sistema de Naciones Unidas.
Sanar en comunidad: Teresa Rivera y el camino hacia la justicia y la memoria
Treinta años después de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, las mujeres en contextos de conflicto armado siguen enfrentando barreras para acceder a la justicia y la reparación. En El Salvador, ONU Mujeres acompaña iniciativas de memoria histórica y sanación colectiva, facilitando que sobrevivientes de la guerra encuentren respuestas y reconstruyan su historia, convirtiéndose en motor de transformación personal y colectiva. Teresa Rivera es una de ellas. Su testimonio nos recuerda que el impacto de la violencia trasciende generaciones, pero también que la verdad es un derecho innegociable.
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Teresa tenía cuatro años cuando su madre fue desaparecida durante el conflicto armado salvadoreño. "La última vez que vi a mi mamá, se la llevaban hombres armados. Yo tenía cuatro años cuando la Cruz Roja llegó a nuestro cantón, en Jucuarán. Nos llevaron a un refugio en El Tránsito porque la situación en la zona era peligrosa. Una noche, hombres encapuchados y armados entraron y se llevaron a cinco mujeres, incluyendo a mi mamá. Nunca volvimos a verla", indica Teresa. Como ella, miles de niños y niñas fueron separados de sus familias, y crecieron en hogares adoptivos sin conocer su verdadera historia.
Con la desaparición de su madre, Teresa y sus hermanos quedaron desamparados. "Nos separaron, cada uno fue acogido por diferentes familias. A mí me llevó una mujer que solo tenía hijos varones y ellos me pegaban. Luego, mi hermana mayor me entregó a otra familia, que me cambió el apellido y me crió como su hija". Aunque encontró un hogar, la incertidumbre sobre el paradero de su madre la acompañó durante toda su vida. Mis otros hermanos no tuvieron la misma suerte. Algunos sufrieron abusos, maltratos, y otros nunca pudieron ir a la escuela. Crecimos separados, sin saber si los demás estaban vivos o muertos."
"Siempre creí que mi mamá estaba viva, que quizás se había ido a otro país. Pero en los talleres de Conabúsqueda, al compartir con otras personas que también buscan a sus familiares desaparecidos, comprendí que mi mamá fue asesinada y enterrada en una fosa. Ir al lugar donde ocurrió, escuchar los testimonios de la gente, me ayudó a cerrar el círculo. Por primera vez, sentí que podía sanar."
"Nosotros crecimos creyendo que nuestro papá había muerto en la guerra. Pero no era cierto. Él regresó de Cuba, donde había estado exiliado, y nunca buscó a sus hijos. Cuando reapareció, mi hermana le pidió ayuda, pero él se la negó. Nos dimos cuenta de que nos había abandonado y que la única que siempre había estado para nosotros era nuestra mamá. En estos espacios de memoria, nos hemos dado cuenta de que nuestras madres no solo fueron víctimas de la violencia del conflicto, sino también del abandono de parte de los hombres que nunca asumieron su responsabilidad", señala Teresa.

La verdad como derecho pendiente a 30 años de Beijing
La Declaración de Beijing reconoció hace 30 años la necesidad de visibilizar el impacto diferenciado de los conflictos armados sobre las mujeres y la importancia de la participación de las sobrevivientes en los procesos de justicia. Sin embargo, muchas víctimas de desaparición forzada, como Teresa, siguen buscando respuestas. "Yo solo quiero que me digan dónde está mi mamá, aunque sea un solo hueso, para darle una sepultura digna. La memoria no es solo recordar, es hacer justicia. Solo quiero un lugar donde llevar una flor, donde decirle a mi mamá que nunca la olvidamos", dice Teresa.
El acceso a la verdad y la reparación son pilares fundamentales de la justicia transicional y elementos clave de la agenda de Mujeres, Paz y Seguridad. La Plataforma de Acción de Beijing identificó "la mujer y los conflictos armados" como una de las 12 áreas críticas de preocupación, subrayando la necesidad de garantizar justicia para las víctimas y de fortalecer la participación de las mujeres en la consolidación de la paz.

Guardianas de la Paz: espacios para sanar y reconstruir la memoria
Teresa encontró un espacio de sanación en los talleres comunitarios impulsados por el programa interagencial “Guardianas de la Paz”, iniciativa liderada por ONU Mujeres y otras agencias de Naciones Unidas. A través de estos encuentros, las mujeres comparten sus historias, reconstruyen sus memorias y fortalecen redes de apoyo.
Estos talleres psicosociales comunitarios, desarrollados en colaboración con CONABÚSQUEDA, han brindado un espacio seguro para que las víctimas de desaparición forzada puedan reconstruir su historia, validar su duelo y fortalecer redes de apoyo. Más allá del acompañamiento individual, estos encuentros han permitido a muchas personas, como Teresa, no solo comprender su propia historia y la de sus familias, sino también reencontrarse con sus seres queridos después de años de separación.
El programa, alineado con la Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad, no solo promueve el reconocimiento de los derechos de las víctimas, sino que también fomenta su liderazgo en los procesos de justicia transicional. "En los espacios de memoria, no solo aprendí la verdad sobre mi mamá, sino que me reencontré con mis hermanos. Durante tantos años creí que mi familia estaba destruida, pero ellos también estaban buscando respuestas", señala Teresa.
La historia de Teresa nos demuestra que la memoria no es solo recordar, sino hacer justicia. A través del trabajo de ONU Mujeres y sus aliados estratégicos, las voces de las mujeres que vivieron el conflicto armado siguen resonando, exigiendo reconocimiento y reparación.