Paula Alvarado Mamani: “Las mujeres, por ser integrantes de comunidades indígenas, sufrimos una triple discriminación: por ser mujeres, pobres y pertenecer a pueblos indígenas”

Paula Mercedes Alvarado Mamani es abogada y maestranda en Derechos Humanos, Estado y Sociedad. Pertenece al pueblo indígena Kolla e integra la comunidad Tres Ombúes de la Matanza (provincia de Buenos Aires, Argentina), la Asamblea de Articulación de los Pueblos del Qollasuyu y el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir. Forma parte de la Comunidad indígena de mujeres SISA PACHA y del medio alternativo de comunicación Las Sisas. Actualmente es una de las 14 integrantes del Grupo Asesor de la Sociedad Civil de ONU Mujeres en Argentina.

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Foto: Cortesía de Paula Mercedes Alvarado 

¿Qué retos particulares enfrentan las mujeres indígenas? ¿Qué iniciativas tendrían que poner en marcha los Estados para atender sus necesidades en materia de cuidado? 

El surgimiento de las mujeres indígenas como protagonistas es cada vez mayor. Hoy formamos parte de organizaciones, grupos, colectivos o asumimos puestos políticos. Allí se nos reconoce la capacidad para administrar y organizar las actividades con criterio comunitario en distintos ámbitos.  

Es en el contexto de pérdida de credibilidad de los caciques y/o referentes indígenas en donde surge el liderazgo femenino que cuestiona la tradicional verticalidad de género que han tenido los hermanos en este ámbito (muchas veces promovida por organizaciones masculinizadas y jerárquicas ajenas en su composición a los indígenas, incluyendo al propio Estado). Así, se observa que la mayoría de las veces se hace visible una perspectiva sobre las mujeres indígenas que describimos como “idílica o deificada”, en tanto que establece un “deber ser” respecto a “la Mujer Indígena” que obstruye la visibilidad sobre contextos de violencia y discriminación que vivimos en nuestras comunidades o en espacios de organización social y política.   

Entonces, teniendo en cuenta esto, en materia de cuidado, necesitamos que los Estados agudicen las políticas. El aporte a los ingresos de familia por parte de las mujeres resulta importante, sin embargo, tienen baja participación en la toma de decisiones respecto de los recursos. En lo atinente al derecho a la educación, no todas han podido terminar sus estudios primarios y en muchos casos presentan serias dificultades en la lectura y en la escritura.  A menudo se prioriza la educación de los hijos varones argumentándose que son los encargados de mantener a la familia, mientras que las mujeres están destinadas a llevar a cabo las labores domésticas y estas no están siendo tenidas en cuenta.  

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Foto: Cortesía de Paula Mercedes Alvarado 

Las mujeres indígenas enfrentan diversos tipos de discriminación cruzada que pueden limitar su acceso a la educación, los servicios de salud, las oportunidades laborales o su participación en la vida pública. ¿Cuáles consideras que serían las estrategias más importantes para poner fin a estas desigualdades? 

En la Argentina resulta una asignatura pendiente la promoción de los derechos de las mujeres indígenas y más aún en la compresión de la perspectiva intercultural y el entendimiento de las pautas culturales ancestrales. El aislamiento al que nos encontramos sometidas es causado, entre otras, por una baja autoestima que nos define y caracteriza en gran medida. 

Aún más importante es el hecho de que las mujeres de los pueblos originarios sufrimos, por ser integrantes de comunidades indígenas, una triple discriminación: somos discriminadas por ser mujeres, por pertenecer a pueblos indígenas y por ser pobres. Esta compleja sumatoria de causales de vulnerabilidad ha dado lugar a la categoría analítica de “interseccionalidad”.  

La desvalorización de la mujer indígena se observa en las actividades desplegadas día a día. Las mujeres desarrollamos cotidianamente diversas tareas que contribuyen de forma indispensable en la labor de los hombres. Solemos elaborar productos para la venta como artesanías o tejidos, los comercializamos y posteriormente suelen ser tercerizados perdiendo su valor real.  

A todo ello se nos suman las horas destinadas a las actividades domésticas y de crianza, dando como resultado que las horas para el descanso o la recreación sean postergadas. Los importantes aportes de la mujer como productora son considerados como simple ayuda y, por ende, no reciben remuneración. 

 

Las opiniones son responsabilidad de su autora y no reflejan una posición oficial de ONU Mujeres o de cualquier otra agencia del Sistema de las Naciones Unidas.