Mensaje del Secretario General en la apertura del 69º período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer

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Señor Presidente, Excelencias, queridas amigas y amigos,

Permítanme dar una bienvenida especial a nuestras amigas y amigos de la sociedad civil: ustedes impulsan la igualdad de género...

Frente a inmensos obstáculos, ustedes se esfuerzan por hacer que nuestras sociedades sean más justas, más equitativas, más representativas y, en consecuencia, más resilientes y más prósperas para todos.

Les saludo y les doy las gracias.

Excelencias, queridas amigas y amigos,

Nos reunimos cuando el mundo conmemora treinta años desde que los países reunidos en Beijing reafirmaron los derechos de las mujeres como derechos humanos...

Y prometieron, y cito: «Igualdad, desarrollo y paz para todas las mujeres, en todas partes».

Por supuesto, siempre supimos que eso nunca ocurriría de la noche a la mañana, ni siquiera en años.

Pero tres décadas después, esa promesa parece más lejana de lo que jamás hubiéramos imaginado.

Los derechos de las mujeres están asediados. El veneno del patriarcado ha vuelto, y lo ha hecho con fuerza:

Frena la acción, destroza el progreso y muta en formas nuevas y peligrosas.

Pero hay un antídoto.

Ese antídoto es la acción.

Ha llegado el momento de que quienes nos preocupamos por la igualdad de las mujeres y las niñas nos levantemos y hablemos.

Ahora es el momento de que el mundo acelere el progreso y cumpla la promesa de Beijing.

Excelencias, queridas amigas y amigos,

En los últimos treinta años, el mundo ha avanzado en el impulso de la educación de las niñas, la reducción de la mortalidad materna, el aumento de la protección jurídica, y mucho más.

Pero persisten brechas enormes.

Siguen existiendo horrores como la violencia, la discriminación y la desigualdad económica.

La diferencia salarial entre hombres y mujeres sigue siendo del 20%.

En todo el mundo, casi una de cada tres mujeres ha sido sometida a violencia.

Y desde Haití hasta Sudán se producen terribles actos de violencia sexual en situaciones de conflicto.

En muchos países, a las mujeres y las niñas se les siguen negando los derechos más básicos:

El derecho a no ser violada por su cónyuge...

El derecho a la propiedad o a la ciudadanía en pie de igualdad con los hombres, o a acceder al crédito sin el permiso de su cónyuge.

Y en todo el mundo, los logros conseguidos con tanto esfuerzo se están echando por tierra:

Se atacan los derechos reproductivos y se descartan las iniciativas de igualdad.

En Afganistán, las mujeres y las niñas han sido despojadas de sus derechos más básicos, prohibiéndoseles incluso alzar la voz en público.

Mientras tanto, las nuevas tecnologías -incluida la inteligencia artificial- están generando las condiciones para permitir nuevas plataformas para la violencia y el abuso, normalizando la misoginia y la venganza en línea.

Hasta el 95 % de todos las deepfakes en línea son imágenes pornográficas no consentidas. En el 90 % aparecen mujeres.

Y el acceso desigual a las tecnologías exacerba las desigualdades existentes.

Excelencias, queridas amigas y amigos,

¿Por qué no hemos llegado más lejos?

Sin duda, las crisis mundiales han obstaculizado el progreso.

Durante el COVID-19 se produjo un aumento de la violencia contra las mujeres y las niñas, y cayó la participación en el mercado laboral.

La crisis de la deuda está drenando fondos y reduciendo el espacio fiscal para programas de igualdad de género. 

La escalada de los desastres climáticos está afectando sobre todo a las mujeres y las niñas.

Y la igualdad entre mujeres y niñas es una de las víctimas del aumento de los conflictos en todo el mundo.

Pero las crisis mundiales no son los únicos obstáculos.

Las nuevas leyes no han ido acompañadas de inversiones para hacerlas realidad sobre el terreno.

Tampoco se han basado universalmente en las normas y principios internacionales de derechos humanos.

Las normas discriminatorias perduran.

La voluntad política suele ser débil.

Lo mismo ocurre con la rendición de cuentas.

La financiación de las organizaciones de derechos humanos de las mujeres ha caído en picado.

El espacio cívico se está reduciendo.

Las personas que defienden los derechos de las mujeres sufren cada vez más acoso y amenazas.

Y en todo el mundo, los maestros de la misoginia están ganando en fuerza, confianza e influencia.

Lo vemos en la bilis que se lanza contra las mujeres en Internet.

Lo vemos en los intentos de recortar los derechos humanos y las libertades fundamentales de las mujeres.

Y lo vemos en los líderes felices de arrojar la igualdad a los lobos.

Queridas amigas y amigos,

La igualdad de las mujeres y las niñas es un derecho humano.

Es un tema de justicia.

Es la base del desarrollo sostenible y de una paz duradera.

Y es esencial para la humanidad.

Si garantizamos el acceso de las niñas a una educación de calidad y abrimos a las mujeres las puertas a un trabajo digno, impulsaremos el crecimiento económico y forjaremos economías más fuertes.

Y al dar a las mujeres y a las niñas el lugar que les corresponde en la mesa de negociaciones, aumentamos nuestras posibilidades de resolver retos inmensos, desde el clima hasta los conflictos.

¿Cómo podemos acelerar el progreso?

En primer lugar, impulsando la financiación sostenible para el desarrollo sostenible, con el fin de proporcionar financiación sostenible para la igualdad de las mujeres.

El Pacto por el Futuro, acordado el año pasado, representa un gran paso hacia adelante.

Los derechos de las mujeres y las niñas están presentes a lo largo de todo el Pacto.

Insto a todos los países a cumplir plenamente sus compromisos y a dar prioridad a las inversiones en igualdad de género:

Inversiones en educación y formación...

Inversiones en capacitación económica, incluidos salarios y pensiones adecuados para las personas que cuidan de otros, la mayoría de las cuales son mujeres...

E inversiones para erradicar todas las formas de violencia y acoso: la Iniciativa Spotlight de las Naciones Unidas muestra la diferencia que pueden marcar.

En segundo lugar, tenemos que aumentar el apoyo a las organizaciones de mujeres. Desempeñan un papel vital en la rendición de cuentas: impulsan el progreso, defienden los derechos y garantizan que las mujeres y las niñas -y sus intereses- sean escuchadas.

Necesitamos que los gobiernos amplíen el espacio para la sociedad civil. 

Y que protejan a las defensoras de los derechos humanos de las mujeres, y garanticen que quienes las amenazan sean llevados ante la justicia.

También debemos reforzar los mecanismos institucionales de rendición de cuentas dentro de los gobiernos para impulsar los avances.

En tercer lugar, necesitamos actuar en el ámbito tecnológico.

El Pacto Mundial Digital se compromete a actuar en favor de las mujeres y las niñas, fomentar su liderazgo, corregir los datos con sesgo de género, abordar y eliminar todas las formas de violencia a través de las tecnologías digitales y garantizar que las iniciativas de capacitación estén dirigidas y adaptadas a las mujeres y las niñas...

Y promover su participación en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.

En cuarto lugar, debemos garantizar la participación plena, igualitaria y significativa de las mujeres en la consolidación de la paz.

Se trata de una vía de probada eficacia para lograr soluciones más duraderas, como reconoce la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada hace veinticinco años.

El Pacto para el Futuro se compromete a integrar a las mujeres en todos los aspectos de la prevención de conflictos y la construcción y el mantenimiento de la paz. Esto debe cumplirse.

Por último, necesitamos medidas que garanticen la participación y el liderazgo plenos, igualitarios y significativos de las mujeres en la toma de decisiones, a todos los niveles y en todos los ámbitos de la vida.

Necesitamos mujeres que lideren el gobierno y la formulación de políticas, un medio probado y comprobado de mejorar la salud, la educación y el cuidado infantil, y de abordar la violencia contra las mujeres y las niñas.

Y necesitamos mujeres líderes en las empresas.

Sabemos lo que funciona: las medidas especiales de carácter temporal, como las cuotas, los nombramientos selectivos y los objetivos de paridad deben ayudar, y los países y las empresas deben utilizarlas.

Hablo por experiencia.

Las Naciones Unidas han liderado con el ejemplo. Por primera vez en la historia, logramos y mantuvimos la paridad de género entre los altos cargos en la sede y en todo el mundo.

Y lo hicimos de una manera muy elemental: ampliamos la búsqueda de candidaturas calificadas.

Nunca pusimos en peligro la competencia.

Simplemente nivelamos el terreno de juego.

Y descubrimos una verdad fundamental: una reserva de talento creciente eleva todos los barcos.