Ana Elena Badilla: Beijing 1995 marcó un antes y un después en los derechos de las mujeres

Beijing 1995 fue el parteaguas en la historia. Ana Elena Badilla, llegó allí con una convicción firme: el mundo debía cambiar en favor de las mujeres. Treinta años después, como representante de ONU Mujeres en Ecuador, el eco de Beijing aún marca el rumbo. Porque lo que se conquistó en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer aún nos inspira y nos desafía. 

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Foto: Cortesía Ana Elena Badilla

Inspirada para cambiar el mundo 

En 1995, Ana Elena Badilla tenía 35 años cuando viajó a la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing como parte de la delegación costarricense. Trabajaba en una ONG desde el área del programa para la mujer y venía de participar en la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo en El Cairo (1994), donde ya se debatían temas clave como los derechos sexuales y reproductivos, aunque sin reconocimiento pleno. Beijing no fue su primera conferencia internacional, pero sí una que marcaría su vida para siempre. “Fue un trabajo intenso de cuatro semanas. Había mucha presión, muchos discursos fundamentalistas. No teníamos garantía de que lograríamos algo. Pero sabíamos que teníamos que estar allí”, recuerda Ana Elena. 

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Ana Elena Badilla (cuarta desde la izquierda) junto a la Delegación Oficial de Costa Rica, presidida por la diputada Alicia Fournier, en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Beijing 1995. Foto: Cortesía Ana Elena Badilla .

Un punto culminante en la lucha feminista global 

Beijing fue la cuarta, última y más trascendental conferencia mundial sobre la mujer desde que en 1975 la ONU proclamó el año internacional de la mujer. Recibió a más de 47 mil mujeres de todo el mundo y tuvo como resultado uno de los documentos sobre derechos de las mujeres e igualdad de género más importantes hasta estos días.  

“Veníamos de Viena, donde por primera vez se reconocieron los derechos de las mujeres como derechos humanos y de El Cairo, donde se dieron pasos importantes, pero sin un consenso fuerte sobre derechos sexuales y reproductivos. Beijing fue el punto culminante”, explica Ana Elena. Allí se elaboró y adoptó una plataforma que plantea al menos doce esferas críticas para la construcción de la igualdad sustantiva que incluyen pobreza, salud, alimentación, educación, prevención de violencia y por primera vez se plantea el disfrute de un ambiente sano como un derecho de las mujeres. 

La lucha desde dentro (y desde afuera) 

Ana Elena fue una de las pocas personas que tuvo la oportunidad de participar tanto en la conferencia oficial de Naciones Unidas en Beijing como en la conferencia paralela de la sociedad civil en Huairou, a más de una hora de la capital china. 

“Estar en ambos espacios me permitió ver el poder de las mujeres organizadas. En Huairou se sentía la energía, la creatividad, la esperanza y en Beijing se sentía la tensión, la diplomacia, las negociaciones duras. Ambas eran necesarias”, recuerda. 

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Ana Elena Badilla (primera a la derecha) junto a la Delegación de Sociedad Civil de Costa Rica en el Foro de Huairou, Beijing 1995. Foto: Cortesía Ana Elena Badilla

Uno de los momentos que más la marcó fue cuando, junto a otras 30 mujeres de América Latina, decidieron protestar en las escaleras eléctricas del recinto oficial con pancartas pegadas al cuerpo que decían: “Justicia, mecanismos y recursos”. La acción fue reprimida por la seguridad de Naciones Unidas, pero dejó una huella: “Sabíamos que, si no hacíamos algo simbólico, no nos verían”. 

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Ana Elena Badilla (segunda desde la izquierda) participando junto a la Delegación Oficial de Costa Rica en la manifestación organizada por el Grupo de Mujeres de América Latina y el Caribe durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995), exigiendo justicia, mecanismos y recursos. Foto: Cortesía Ana Elena Badilla

Resistencias que duelen, aprendizajes que fortalecen 

El camino hacia la adopción de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing estuvo lleno de tensiones. En sesiones preparatorias como la CSW de 1995 —previa a Beijing— los desacuerdos fueron tan grandes que las negociaciones se extendieron dos semanas más de lo previsto.  "Recuerdo haber escuchado argumentos inaceptables como que las mujeres no podían ser juezas porque la menstruación afectaba nuestro juicio", cuenta Ana Elena. 

Se logró un consenso histórico. “Lo que nos enseñó Beijing es que teníamos que estudiar, preparar propuestas sólidas, hacer incidencia técnica y estratégica con las delegaciones oficiales. Así logramos insertar temas clave en la declaración final”. 

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Ana Elena Badilla (al centro) durante una reunión de trabajo de las delegadas de sociedad civil en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, definiendo acciones de incidencia ante el gobierno de Costa Rica. Foto: Cortesía Ana Elena Badilla

El impacto real de Beijing: ayer y hoy 

Treinta años después, Ana Elena sigue viendo a Beijing como el gran hito que fue. “Marcó una pauta, una visión compartida; no se trataba solo del aborto, como decía la prensa. Se trataba de una vida digna, de igualdad, de justicia para las mujeres en todas las esferas”. 

Y los avances han sido reales. Hoy, la violencia contra las mujeres se reconoce como una violación a los derechos humanos. Se han construido marcos legales, mecanismos institucionales y redes de apoyo. Temas como la violencia digital, económica o en áreas rurales ya forman parte del debate. 

Pero también hay desafíos que persisten: la pobreza sigue feminizada, la autonomía económica de las mujeres aún es limitada, y los retrocesos en muchos países amenazan logros alcanzados. 

Del activismo local a la incidencia internacional 

La historia de Ana Elena no se quedó en Beijing. Durante más de 30 años ha trabajado promoviendo los derechos de las mujeres, personas indígenas, afrodescendientes, con VIH y juventudes. En este camino fue asesora regional del UNFPA en género y juventud, dirigió programas en la Fundación Arias para la paz, y ha sido representante de ONU Mujeres en El Salvador y en Ecuador. 

Desde esta función ha liderado acciones concretas para prevenir las violencias, impulsar liderazgos diversos, fortalecer políticas públicas con perspectiva de género y avanzar en la construcción de una paz duradera con igualdad. 

Un mensaje a las nuevas generaciones 

A las feministas jóvenes que no vivieron Beijing, Ana Elena les dice: “La agenda de Beijing sigue siendo nuestra. Es una lucha por y para todas. Hoy hay nuevos desafíos, nuevas demandas. Tenemos que unirnos, evitar la dispersión. Seguir marcando la pauta, como siempre lo ha hecho el movimiento de mujeres”. 

Y nos recuerda que los derechos conquistados no fueron un regalo: fueron el resultado de décadas de movilización, alianzas y resistencia. Que la igualdad que hoy se reivindique con fuerza, nació del esfuerzo de muchas mujeres que abrieron camino cuando nada estaba garantizado. Que no hay lucha pequeña ni voz sin valor y que cada generación tiene la responsabilidad —y el poder— de sostener esta agenda viva, hacerla suya y llevarla más lejos por y para todas las mujeres y niñas. 

Mientras continúa con sus labores como Representante de ONU Mujeres en Ecuador, Ana Elena Badilla hace una pausa. Reflexiona y echa la vista atrás, hacia aquella joven llena de ímpetu que llegó a Beijing con más convicción que certezas, decidida a defender una agenda que entonces parecía inalcanzable. 

Y a la Ana Elena de 1995, le dice con una sonrisa: “Todo valió la pena. Todo esfuerzo fue necesario. Has contribuido a hacer un mundo mejor.” 

Valió la pena cada hora de negociación, cada pancarta levantada, cada obstáculo enfrentado con convicción. Aquella joven que llegó a Beijing fue más que una testigo: fue parte activa de una transformación global. Treinta años después, su compromiso sigue vigente, guiando el trabajo por un mundo más justo e igualitario para todas.